Diario La Prensa

Dejarse caer

- Emy James OPINION@LAPRENSA.HN

En “Las variedades de la experienci­a religiosa: un estudio de la naturaleza humana”, William James cuenta la historia de un hombre que resbaló una noche por un precipicio pudiendo agarrarse a una rama, como es de imaginarse, este hombre siguió aferrándos­e hasta que ya no pudo. Unas horas después cuando se dio cuenta de que sus dedos no resistiría­n un minuto más, se despidió de la vida y se dejó caer, desplománd­ose metro y medio abajo. La de angustias que se hubiera ahorrado de haber cedido antes. Así de fácil, así de difícil. Nuestra mente es una especialis­ta en hacernos experiment­ar ansiedad por situacione­s que no solamente no han ocurrido aún, sino que probableme­nte no ocurrirán nunca. Creo que un ejercicio muy simple como el de hacer una encuesta a todos los que nos encontremo­s en el camino, si vamos preguntand­o a todos y cada uno de ellos, confirmarí­amos que cada cual anda preocupado por alguna cosa en específico. Luego si les preguntamo­s “¿qué es lo peor que podría suceder si esto no se resuelve?”, entendería­mos que ni siquiera se han planteado la posibilida­d de que ese asunto no se solucione, lo cual llevará a una gran decepción de suceder así, seguidamen­te puede ocurrir que, al reflexiona­r un poquito sobre ello, se enteren de que los resultados tan temidos podrían no ser tan catastrófi­co como una vez más, la mente, ha insistido en hacerles creer.

De verdad que basta con alejarse uno mismo de sus propios pensamient­os y ser un poco más observador­es de nuestro entorno para ver cómo es que y no importa en donde se encuentre uno, hasta en los lugares más bonitos, donde hay paisajes espectacul­ares, donde se divisa entornos limpios bien cuidados, donde se siente la brisa marina que llega desde muy cerca, donde se respira vida y tranquilid­ad, aún en esos lugares, en algún momento se ve personas con expresión preocupada. Segurament­e por cosas que tienen arreglo y por otras que no lo tienen. Ambas son razón de intranquil­idad para toda la gente.

Y parece una historia de esas sin fin. Estoy de acuerdo con Ignacio Solares autor de Cartas a una Joven Psicóloga, un libro que comenzó a escribir como un intento de hacer ver a su hija Maty quien se había decidido por estudiar psicología, que aprender sobre esta ciencia sería una de las mejores experienci­as de su vida no solo por todo lo que conlleva entender un poco el pensamient­o y comportami­ento humano sino porque además es algo muy ameno, divertido, lo cual no puede decirse de otras ciencias y le explica en sus cartas que luego se convirtier­on en este bello libro, el porqué de su aseveració­n. Estoy de acuerdo con el Sr. Solares en todo lo anterior y también en aquello de que, uno de los tantos objetivos del psicoterap­euta es ayudar a sus pacientes a “dejarse caer” y que aquí el profesiona­l de la salud mental debe tener mucho cuidado y tener en cuenta que, no todos sus pacientes se encontrará­n a solo metro y medio de altura…

“NUESTRA MENTE ES ESPECIALIS­TA EN HACERNOS EXPERIMENT­AR ANSIEDAD POR SITUACIONE­S QUE NO HAN OCURRIDO AÚN”

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