Lo efímero del poder
Independientemente de si es total, absoluto como ocurre con las dictaduras, sean de derecha o izquierda extrema, eventualmente se derrumban, colapsando para dar paso a nuevas formas de organización política, con nuevos liderazgos compenetrados de la imperiosa necesidad de apertura, rendimiento de cuentas, en procesos que deben ser de carácter auténticamente democratizador para no desembocar en populismos demagógicos, tan nocivos como aquellos que supuestamente habían sido superados. Si eso por desgracia ocurriera, solamente una élite privilegiada tan nociva como la que ha sido desplazada, retornando entonces a otro ciclo de acaparamiento del Estado para beneficio de unos pocos, con exclusión de las mayorías, en que la práctica de la corrupción, impunidad y secretividad constituyen la forma usual de gobernar, utilizando para ello diversas formas de represión para silenciar a la oposición, desde el empleo de la fuerza bruta hasta la cooptación vía sobornos.
La historia local, regional y mundial confirma este aserto, brindando lecciones y aprendizajes que deben servir de guía para gobernantes y gobernados por igual.
Esta introducción nos conduce al tema trascendental en nuestra actualidad que es la declaratoria de culpabilidad del exmandatario Juan Orlando Hernández emitida por un jurado en Nueva York, cuyas repercusiones estarán presentes, a partir de ahora, en la vida pública hondureña por muchísimo tiempo.
Tal como lo declaró el presidente del Consejo Hondureño de la Empresa Privada, Mateo Yibrín, “los hondureños deben optar siempre por la integridad sobre la ganancia fácil; la verdadera riqueza está en la honorabilidad. Se debe honrar la democracia porque esta nos exige lealtad, no transacciones. El poder es pasajero, que nadie piense que ostentarlo lo vuelve intocable. El poder debe ser un puente al servicio, no un trono permanente”.
De manera sucinta, esa debe ser la norma y guía tanto para partidos políticos, sus cúpulas y bases, como para quienes no militan en ellos por diferentes motivos, pero que no por ello le han dado la espalda al rumbo y dirección de su patria, sea que residan dentro o fuera de sus límites territoriales.
Honduras no puede ni debe ser jamás feudo de la ambición, el cohecho, el narcotráfico, la violencia cotidiana, la acumulación de fortunas ilícitamente habidas, la violación sistemática de los derechos humanos, la concentración de la riqueza en minorías privilegiadas, el irrespeto impune de la ley, el marginamiento y exclusión social, educativa, material, la impartición selectiva en la administración de justicia. Debe ser, siempre, en toda época y circunstancia, una patria por todos y todas compartida.