Enséñale a creer
No hay un ambiente de tanta festividad, ni brillo, como suele haber para el Día de la Madre; posiblemente porque es parte de los efectos de la cultura machista predominante, aquella que promueve sesgos que se convierten en verdaderas barreras, como aquel ofensivo que señala que ser madre es una certeza y ser padre es cuestión de fe.
Además, porque lamentablemente aún hay quien asume como “normal” la paternidad irresponsable, acompañada de otras que justifican la promiscuidad y la inmadurez como parte del ser “macho”, exactamente con esa expresión que hace énfasis en la condición de los animales, en los que predomina el instinto.
Aún con todo lo controversial que pueda parecer la palabra paternidad en un contexto como el nuestro, lo cierto es que cada vez más hay motivos para sentir esperanza en que algunos patrones culturales van cambiando, quizás de forma lenta, pero cambian. Invariablemente, escarbamos en los propios recuerdos para buscar cuál fue el ejemplo de padre que recibimos. Así, estábamos reunidas mis hermanas y yo, recordando a mi padre, a quien tenemos muy presente a pesar de los 25 años que nos separan ya del día en que se fue de este mundo.
Si hay algo que lo distinguía era su franqueza y su preocupación evidente por tener cuatro hijas mujeres a quienes debía formar; porque en todo momento -bueno o malo- siempre hacía hincapié en la importancia de educarse no solamente en las aulas de clase, sino en la lectura. No aceptaba un pretexto para que no nos esforzáramos, siempre buscaba alentarnos a hacer todo de la mejor manera posible. En ocasiones era difícil escuchar aquello de que “no hay excusas para renunciar a los sueños”, que se convertía en la última frase de cualquier conversación que buscara justificarnos ante él por algo dejado a medias.
A lo lejos, con los años y también con la propia madurez, es posible comprender a aquel hombre que buscaba dejarnos un enorme legado: enseñarnos a creer en nosotras mismas. El “usted puede, no se dé por vencida” aún resuena en nuestras mentes, a pesar de las pruebas que la vida suele presentar.
No solamente nos enseñó a creer en la propia voluntad, también nos inculcó la fe. La oración antes de ir a dormir y al levantarse que mi padre nos enseñó de niñas es exactamente la misma que yo he enseñado a mis hijos y que mi esposo se encarga de nutrir.
Mi padre no era una persona perfecta, en lo absoluto, y también por eso valoramos tanto que haya tenido la sabiduría para transmitir esa gran lección de vida: creer.
En la víspera de la celebración del Día del Padre, hay que reconocer el enorme rol que desempeñan los papás en la formación de sus hijos. Si no son los padres biológicos, sin duda habrá alguien que ejerza esa figura paterna. No desaprovechemos para reconocer y resaltar a quienes logran desenvolverse con responsabilidad, valentía y, sobre todo, con mucho amor.
Y si aún hay algo que queda pendiente por hacer, vale la pena recordarles que lo más importante que dejamos en la vida de los hijos no son los objetos, sino la capacidad de sobreponerse a la adversidad, para luchar siempre por sus propios sueños, con resiliencia, con confianza en lo que es posible realizar por sí mismos, con la fe puesta en Dios.
Ser padre es una tarea tan compleja, como hermosa. A veces es difícil saber si se está haciendo bien o si el camino es equivocado. Cuando las dudas vengan a la mente, vale la pena recordar: a tu hijo o hija, enséñale a creer. Nunca es tarde para actuar.
“EN LA VÍSPERA DE LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL PADRE, HAY QUE RECONOCER EL ENORME ROL QUE DESEMPEÑAN LOS PAPÁS EN LA FORMACIÓN DE
SUS HIJOS”