Diario La Prensa

Rueda quedó en deuda

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Jefe de Redacción LA PRENSA

NELSON GARCÍA

Solo dos cosas que pasaron en Dallas me sorprendie­ron. ¿La derrota? No. ¿El bajo nivel del equipo? Tampoco.

Pero primero, lo previsible: la emoción, la pasión y el amor por Honduras de 14,000 catrachos que colmaron el Toyota Stadium y lo dan todo por su país, de 14,000 héroes que viajaron miles de kilómetros para ver a su H, que desafían el frío y el calor por ver y amar a su sele, que gastan el dinero que no tienen y que dejan los pulmones por un equipo que no tiene alma ni fútbol, pero que es el suyo.

La H no transmite nada, pero tiene los colores, el azul y blanco, y eso es suficiente para tener fe, para aferrarse a una esperanza, para amar sin ser amado. Una pena.

Ahora, ¿por qué perdimos? Uno espera que un equipo con Nájar, Jorge Álvarez, Edwin, Chirinos y Rivas genere fútbol, que distribuya bien el balón, que sea maduro y que sepa cuándo acelerar y cuándo hacer la pausa. Pero ojo, apenas son cinco de 11.

En el fútbol moderno todos marcan y todos saben con la pelota. Pero ese no es el caso de la H. Los centrales no dan salida, Decas no sabe desdoblars­e, Deiby es puro vértigo e intensidad, pero solo eso, Rivas aporta muy poco y en ese mar confuso el 9 queda aislado, en este caso Bengtson, que a pesar del desorden se ganó la vida, primero habilitand­o precioso a Chirinos en el gol, luego desmarcánd­ose en el área para soltar un derechazo que sacó Keylor, saliendo a pivotear para asociarse con los medios y peleándole todas a los centrales ticos Cascante y Arboine.

Entonces, con un equipo sin fútbol, pero con un gol para recordar toda la vida, tocaba la heroica, la sobriedad y tranquilid­ad de tu portero, sus grandes atajadas, su presencia para darle seguridad, aplomo y contagiar a sus compañeros. Pero Rougier no tuvo su día y punto. Esa fue la primera desagradab­le sorpresa. Así que con el 1-1 todo se complicó. Y no es que Costa Rica sea un gran equipo, ahí el único que pesa es Keylor, pero Alfaro preparó un bloque decente, le sacó renta a las debilidade­s de Honduras con la pelota y a su desorden para defender.

Y aquí vino la segunda sorpresa. Sí, Alfaro hizo su chamba, Rueda no. Quedó a deber y no porque alineó a Rougier, esta decisión fue con mucho sentido común, lo ilógico hubiese sido que pusiera a otro portero. Lamentable­mente, el escenario se devoró a Jhony, una lástima para él, porque se había ganado la oportunida­d con trabajo limpio y grandes actuacione­s.

Pero volvamos a Rueda. Es cierto, las bajas pesaron, pero con la convocator­ia que hizo debió haber armado un mejor once, darle la camiseta a los que saben con el balón, a tratar de imponerse desde la posesión, no darle la responsabi­lidad a los que solo aportan músculo. Y luego con el 1-2 no tuvo un plan B, porque él mismo desechó a tipos que se habían ganado la convocator­ia y que pudieron ayudarle adelante a cambiar la historia como Jow Benavídez, Chino López y Alexi Vega, por mucho el mejor jugador del torneo doméstico. Y para rematar, el desatino, el extraño exabrupto de Rueda en el posjuego, al explicar su decisión de incluir a Rougier en el 11 como una apuesta que le salió podrida.

En resumen, esa fue la historia de Dallas. Nos ganó un equipo que no tenía mucho y no hizo mucho. Pero Rougier jugó como novato, Rueda quedó a deber y los de blanco, como casi siempre, terminaron cabizbajos y, espero yo, dolidos por no estar a la altura de esos miles de hondureños que aman sin condicione­s a un equipo que no les devuelve nada.

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