Diario La Prensa

Cambiar nuestra manera de vivir

- Salomón Melgares Jr. REFLEXIONY­CAMBIO@YAHOO.COM

Un tema al que la Biblia le hace más clara su transparen­cia es al de las obras de la carne (el deseo de hacer lo malo) y el fruto del Espíritu de Dios, por eso les doy este consejo, escribe el apóstol: dejen que el Espíritu de Dios guíe su vida y no complazcan los deseos de su naturaleza carnal. Nuestra naturaleza carnal desea lo que está en contra del Espíritu de Dios, y el Espíritu de Dios desea lo que está en contra de la naturaleza carnal. Los dos se oponen. Está claro que las cosas que hacen los que obedecen a la naturaleza carnal son infidelida­d en el matrimonio, relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamient­os. Adoran a dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás. Se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, se emborracha­n y en sus fiestas hacen locuras y cosas malas. En cambio, el Espíritu de Dios produce amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (ver Gálatas 5:16-23). En contraste se encuentran las actitudes que genera el Espíritu de Dios en las personas que habita: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio, entre otros. Ahora, en la realidad, en lo cotidiano, qué es verdaderam­ente ese fruto. Déjeme recapitula­rle acá lo que decía un autor al respecto. El amor es procurar el bien del otro antes que el nuestro. El gozo es contentami­ento sin importar las circunstan­cias. La paz proviene de confiar en Dios y rendirse a Él. La paciencia se fomenta al confiar en el tiempo de Dios. La amabilidad es sentir la compasión de Dios por los demás. La bondad es reflejar la justicia y rectitud de Dios.

La fidelidad es ser firmes y confiables. La humildad es acercarse a los demás con llaneza, reconocien­do las propias limitacion­es y debilidade­s. Y el dominio propio es tener control de uno mismo, confiando en la fortaleza que proporcion­a el Señor.

Que podamos, entonces, seguir el consejo del apóstol y dejar que el Espíritu de Dios nos guíe y cambie nuestra manera de vivir.

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