El valor de la discreción
La persona discreta y prudente piensa dos veces antes de actuar, no presume. Evita difundir información basada en comentarios fuera de contexto. Guarda
secretos, cuida tus palabras y acciones. ¿Eres una de ellas?
i pretendiera hacer un listado enumerando los valores personales más importantes, no sabría con cuál comenzar, pero sí sabría los que no deben faltar. Al hacer un recorrido mental, descubro que unos cuántos valores fundamentales no pueden existir sin la compañía de otros tantos vitales. Imagínense establecer relaciones sólidas sin confianza, amor o lealtad, difícil ¿no? Y sin discreción, mucho peor. No es fácil encontrar personas reservadas, prudentes, que respeten el valor de guardar un secreto (propio o ajeno). Tener tacto y sentido común para hablar de uno mismo o para decir las cosas a los demás, es un proceso que se adquiere a medida que vamos madurando y, obviamente, practicando. Nuestro comportamiento, a diario y en todo ámbito, evidencia qué tan considerados y respetuosos somos con el prójimo. Actuar con sensatez, empatía y evitando las críticas que provoquen dolor y emociones negativas, debería ser el común denominador. Tener una primicia bomba, no significa traicionar la intimidad de alguien, la lealtad está por encima del interés público. Abordar temas que no corresponden pueden dejar en ridículo a quien ha confiado en uno. Cuando participas en una charla, ¿te has preguntado si tu comentario suma a la misma? o ¿simplemente te lanzas a hablar porque sí? No pretendemos dar cátedra sobre un tema determinado cada vez que abrimos nuestra boca, pero reflexionar antes de hablar es un buen paso. Si no se aporta “algo”, mejor no decir nada. El silencio se aprecia, vale oro. Lo mismo ocurre cuando por querer quedar bien se pretende dar un consejo u opinión que no nos han solicitado. Imprudencia suprema. A veces las personas nos cuentan sus dramas solo para que las escuchemos, sin esperar que le solucionemos la vida y eso se respeta.