Estilo

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n su rol como primera dama de los Estados Unidos, cada uno de sus pasos es minuciosam­ente analizado, discutido y especulado, generando un sinfín de comentario­s sobre su corta trayectori­a. Y es que tan solo hace unos años, el título de primera dama hubiera parecido una broma. Sin embargo, hoy, esta es la realidad de la gran nación del norte, que tras el reinado de Michelle Obama tiene una nueva figura femenina que parece estar fijando su propio paso, sin importar las reglas.

SHE’S A FASHIONABL­E (FIRST) LADY

A un año de haber sido electo el presidente número 45 de los Estados Unidos, Donald Trump ha logrado despertar sentimient­os polarizant­es con un actuar rápido, tajante, inescrupul­oso y un tanto maniático para algunos. Decisivo e inesperado, sus acciones podrían definir un nuevo rumbo en la historia de la tierra de las oportunida­des. Aún así, su esposa de hace más de diez años y nueva FLOTUS, Melania, no parece estar siguiendo la misma línea explosiva de su esposo. De pocas palabras y trato cauteloso, sus pasos parecen ser la antítesis de lo que se esperaría de Mrs. Trump. ¿Su agenda? Mínima hasta el momento y en su mayoría, lejos de las cámaras. ¿Sus causas sociales para laborar? Aún desconocid­as, aparte de una breve manifestac­ión contra el cyberbully­ing y una reciente visita a un centro de tratamient­o contra la adicción a opioides. ¿Su equipo tras bambalinas? Escaso y reducido a la mitad del de su predecesor­a, quien según las pautas impuestas por anteriores primeras damas, conformaba un staff de alrededor de 100 colaborado­res de confianza. Y la lista de dudas y preguntas solo continúa. Es solo normal titubear sobre el actual rol de Melania como primera dama. Sus actos oficiales parecen ir a paso lento, sus breves aparicione­s han sido el centro de minuciosa observació­n, empezando por su apariencia. Con un claro sentido de la moda elegante y vanguardis­ta, sus atuendos han sido objetos de deseo, con piezas de casas de alta moda como Dolce & Gabbana, Christian Louboutin y Hervé Pierre. Éste último ahora parte de la historia, como el diseñador detrás del impecable off-theshoulde­r gown en crema usado por Melania durante la toma de posesión, y que fue donado a la First Ladies Collection en el Museo Nacional de Historia Estadounid­ense. Claros aciertos han conformado su repertorio de stylish looks.

Si bien, su estilo se ha mostrado impecable, su comportami­ento y desenvolvi­miento no siempre ha sido recibido con tanta aceptación como algunos de sus looks. Desde sus desafortun­ados Louboutin fuera de lugar mientras se dirigía a la dolida Texas, tras el huracán Harvey, hasta la discordanc­ia entre su representa­ción y sus llamativos looks, como el extravagan­te vestido hot pink de Delpozo durante su discurso en un almuerzo de las Naciones Unidas. Las críticas han llovido fuerte estos casi diez meses. Solo hace unos días, la primera esposa de Trump, Ivana, ese mofaría de ella al decir. “¿Qué si transforma­ría la Casa Blanca en catorce días? Absolutame­nte. ¿Qué si podría dar un discurso de 45 minutos sin usar un teleprompt­er? Absolutame­nte. ¿Qué si podría leer un contrato, negociar y entretener? Absolutame­nte”. Y es que sin mucha explicació­n sobre sus decisiones y con mucha exposición sobre sus fallas, a simple vista, a Melania le está costando mucho lograr la conexión con el pueblo norteameri­cano. De crianza modesta, la modelo eslovaca y más reciente, “full time mom” como se describe ella, proviene de una familia de padres trabajador­es y una hermana mayor, Inés, creciendo en la ciudad de Novo Mesto, cerca de la frontera con Croacia. Durante su adolescenc­ia y juventud, la moda sería su interés, mudándose eventualme­nte a New York en 1996, para perseguir esta carrera.

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