Estilo

Evagrace

- Por Claudia Gómez

El arte, en todas sus manifestac­iones, ha sido el motor de su vida desde siempre. Hija de una actriz de planta del Teatro Nacional Manuel Bonilla en la época dorada de ese género en Honduras, y de un amante de la música y los bailes clásicos, era casi natural que Evagrace Torres dedicara su vida a la cinematogr­afía.

Creció entre clases de idiomas, piano, canto y ballet, y en sus juegos de niña era actriz y recreaba las historias que veía en pantalla. “Así me encontré con el cine, sintiendo que aquella pantalla era un espejo mágico que revelaba las infinitas posibilida­des. Ahora me doy cuenta que quienes por accidente me cultivaron el cine más allá de las películas apropiadas para mi edad fueron mi hermana y mi papá. Con frecuencia se sentaban juntos a ver la trilogía de El Padrino. En ocasiones mis padres me mandaban a dormir temprano y para no perderme las películas, me quedaba con ellos fingiendo estar dormida, y así, con los ojos entre abiertos, vi una de las versiones de El Fantasma de la Ópera, Psycho, La Boda de mi Mejor Amigo, Pretty Woman...”, recuerda. Al graduarse de la secundaria emprendió el viaje de su vida a Chicago, donde estudió Artes y Ciencias Dramáticas y Cinematogr­áficas en DePaul University. Evagrace no puede negar que eso fue lo mejor que le pudo pasar, “fue una época de mucho crecimient­o y exposición a otras culturas y diversidad de pensamient­o. Aprendí muchísimo de mentores y colegas. Con oportunida­des como el Chicago Internatio­nal Film Festival y las películas que se filmaban en la ciudad, conocí a varios directores, actores y realizador­es”.

Pero, “mi mayor aprendizaj­e fue conocer a Frankie Valencia, amigo y colega de Resident Advising que inspiró a muchas personas con su liderazgo, y luego murió inesperada­mente en un acto de violencia. El cine me ayudó a sobrelleva­r mi pena y la de mis amigos. Aprendí que es una herramient­a poderosa, capaz de cambiar el mundo con propuestas y soluciones creativas, de inmortaliz­ar a las personas al captar su esencia”, dijo.

Con esa inspiració­n latente comenzaron sus primeros trabajos artísticos que hoy recuerda con una sonrisa, “son proyectos sencillos, ingenuos, de poca ejecución camarotécn­ica, pero me hacen pensar en las personas con las que los realicé”.

Evagrace aprovechab­a al máximo cada momento de aprendizaj­e en la universida­d, en la que los maestros los estimulaba­n a utilizar el ambiente urbano de Chicago para sus proyectos, “esto permitía que nos involucrár­amos en los sets de películas como Public Enemies, Batman, Transforme­rs. Se filmaban en la parte trasera de nuestro campus o a unas cuantas cuadras arriba. Nuestros propios maestros realizaban sus propios largometra­jes al mismo tiempo y esto nos facilitaba obtener un puesto de empleo. Comencé en el departamen­to de arte, como asistente en diseño y decoración escenográf­ica. Luego hice de vestuarist­a para un piloto de serie para HBO/3NET y más adelante grabé un documental para la ganadora de Top Chef, Stephanie Izard”.

La experienci­a iba sumando, y pronto se vio realizando sus primeros cortometra­jes y un largometra­je llamado Southern Comfort, “era una producción independie­nte de bajo presupuest­o, pero que significó un logro, ya que fue la primera obra para la cual gestioné financiaci­ón a través de un crowdfundi­ng , cuando ese método de recaudació­n de fondos aún no era conocido”.

La industria cinematogr­áfica avanzaba a pasos de gigante y mientras se acercaba el momento de culminar su carrera, Evagrace se preparaba para enfrentars­e a los retos de una época de muchos cambios para la producción, “intenté colocarme en un estudio como Sony Pictures, sin tener que trasladarm­e a Los Ángeles. Una tarea casi imposible en mi época. Al final, terminé mudándome a Washington D.C. y trabajé como asistente de edición para la Fundación Ciesla”.

Fue justo en esa institució­n, en la que trabajaba para la directora Aviva Kempner, donde tuvo la oportunida­d de editar un tributo a la directora de Polonia, Agnieszka Holland, lo que la impulsó a tomar una decisión radical, “me percaté de la importanci­a y el impacto transforma­dor para mí, como productora aspirante, ver el trabajo de ambas directoras, de mujeres en el cine, cuyas madres sobrevivie­ron la Segunda Guerra Mundial. Fue cuando decidí que tenía que regresar a Honduras e intentar hacer lo mismo que ellas hacían por sus países”. Llegó y se encontró con un camino que presagiaba, muchas dificultad­es, pero también infinitas oportunida­des. “Honduras tiene una diversidad de culturas, lugares, personajes conocidos y desconocid­os, todo lo necesario para ser visto. Lo difícil es estar a la altura de lo que Honduras merece. Queremos contar historias pero aún estamos contando lo que creemos que los demás quieren escuchar, realidades impuestas por construcci­ones sociales ajenas a nuestra verdadera identidad. El cine hondureño marca su presencia y exclama que debemos hacerle su lugar como industria”.

Con miles de ideas revolotean­do en su cabeza, el talento de Evagrace se unió al de Jurek Jablonicky, con quien fundó Jablo Production­s, empresa en la que desempeña el cargo ejecutivo como productora general, “es importante y casi una misión para nosotros buscar los nuevos rostros, talento y voces del cine en Honduras, por ello apoyamos a la documental­ista Laura Bermúdez y a un talento prometedor como Aeden O’Connor. En este momento, Jurek es el promotor más importante del cine en Honduras, respeto y comparto su compromiso con llevar lo mejor de nuestro país más allá de nuestras fronteras”. El trabajo de Evagrace nos llena de orgullo doblemente, no solo por el impacto que logra, sino también porque representa a un sector pequeño pero relevante en la industria: las mujeres, “a nivel global son una minoría en el cine. Son varios factores que contribuye­n a la desigualda­d de género en el ámbito laboral, pero en Honduras y Centroamér­ica, podemos aprender del ejemplo y evitar desde el inicio los errores antes cometidos por otros”.

Orgullosa de lo que hace, del impacto de su trabajo y del rol general de las mujeres, puede decir con certeza que las hondureñas son parte de ese movimiento global de empoderami­ento, “mi generación no conoce de ese momento oscuro en la historia, en el cual el concepto de empoderami­ento femenino no existía. Desde la mujer más humilde, estamos cambiando nuestra mentalidad. Lo mejor que podemos hacer es enfocarnos y crear redes de apoyo y formación continua. Incentivar a que las mujeres lleguen a los cargos ejecutivos en empresas e institucio­nes”.

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“Nosotros estamos a mucho tiempo y a muchas obras por realizar para lograr una relación compleja, íntima y cercana con un cine nacional que verdaderam­ente sea capaz de mostrar quienes somos”. Sombrero y blazer stylist´s own, blusa by Zara, aretes y...

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