ENAMÓRATE de Lisboa
La ciudad de las siete colinas, la más cool del planeta, independientemente de cómo la llamen, una cosa es segura en Lisboa, su encanto te atrapará irremediablemente.
Para enamorarse de Lisboa basta un solo encuentro. El más claro ejemplo de amor a primera vista. La ciudad se abre ante tus ojos con sus callejones melancólicos, sus emblemáticos tranvías, arboledas, miradores, sus casas de colores que hacen la postal más perfecta, resumiendo el encanto del Viejo Mundo. La capital de Portugal ha cobrado un interés global, su belleza la ha llevado a ocupar por años consecutivos las listas de las ciudades más bellas del mundo y al estar aquí es muy fácil entender las razones. Hay tanto por hacer que lo mejor es elaborar un itinerario para no perder sus sitios icónicos. ¿Por dónde comenzar? No hay otro mejor lugar para hacerlo que Baixa, el barrio más céntrico e importante de la capital portuguesa y que luego del terremoto del siglo XVIII fue reconstruido por órdenes del marqués de Pombal, con un estilo clásico y calles geométricas, en las que abundan las fachadas cubiertas de azulejos. Aquí se encuentran las plazas y calles más emblemáticas de la ciudad. Comienza con un recorrido por la Plaza de los Restauradores y sigue por la hermosa Avenida da Liberdade, rodeada de árboles y que de inmediato nos remite a los Campos Elíseos, con sus exclusivos teatros, boutiques, hoteles, cafés y terrazas, desembocando en la famosa Plaza del Márques de Pombal. Esta plaza es el centro de la Lisboa moderna y está ubicada en el centro financiero, junto al Parque Eduardo VII, el más extenso de la ciudad. Si quieres ver todo desde las alturas puedes hacer uso del famoso elevador de Santa Justa, una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad que conecta Baixa con el barrio del Chiado. Este es sin duda un lugar que no te querrás perder. Desde finales del siglo XIX y principios del XX, el barrio del Chiado se convirtió en el predilecto de poetas y escritores, que celebraban aquí sus reuniones y tertulias. A finales de los 80 ocurrió un trágico incendio que dejó gran parte de la localidad desolada. Sin embargo, el arquitecto Álvaro Siza Vieira presidió un proyecto de recuperación que duró más de una década, pero que le devolvió su esplendor, rehabilitando más de 20 edificios históricos. Un paseo por los alrededores de la Rua Garrett es imperdible. Aquí se encuentran boutiques de diseñadores emergentes, cafés, tiendas de arte y librerías fascinantes. La Livraria Bertrand, fundada por dos franceses en 1732, es la más visitada por ser considerada la más antigua del mundo, su colección de libros te impresionará. No te vayas de Rua Garrett sin sentarte unos minutos a disfrutar una selección del menú de Café A Brasileira, un emblemático local abierto en 1905, destinado a la venta del “verdadero café brasileño”, y que se convirtió en punto de encuentro de poetas, escritores, intelectuales y artistas. Ya con las pilas recargadas, es momento de cambiar de escenario a bordo del tranvía número 28, rumbo al distrito de Alfama. En el recorrido hacia las alturas de esta zona te encontrarás con la catedral de Lisboa; el estilo barroco rococó de la iglesia Sao Antonio, el santo más venerado en la zona, ya que nació y fue bautizado donde se encuentra actualmente el templo; la inconfundible fachada rosa de la Casa do Fado e da Guitarra Portuguesa, así como bares y restaurantes temáticos de fado, el género musical más popular de Portugal.
La mayor atracción de Alfama es el Castillo de San Jorge, estrechamente conectado con la antigua historia de Portugal. Al caer la noche, y si aún te queda energía, es buen momento para un paseo por Bairro Alto, un vecindario tranquilo y discreto durante el día que se transforma luego del atardecer en una vibrante zona de fiesta, con restaurantes que sirven como las tradicionales tascas, hasta alta cocina y numerosos bares, donde la diversión se extiende hasta la madrugada. Al día siguiente, la aventura comienza en el Museo de los Azulejos, en Rua da Madre de Deus, donde se exponen azulejos que datan de todas las épocas, configurando una interesante exposición que recorre la historia de la ciudad. Después de un almuerzo, en el que no puede faltar el pastéis de bacalhau, las típicas croquetas de bacalao, nuestro próximo destino es barrio Belém. La primera parada obligatoria: el Centro Cultural de Belém, uno de los espacios más interesantes de Lisboa que alberga una impresionante colección de arte moderno. El complejo está ubicado frente a la Praça do Império, con arquitectura minimalista y cúbica, que contrasta con el Monasterio de Los Jerónimos, ubicado al frente. No puedes perder la oportunidad de visitar la icónica Torre de Belém, una fortaleza construida para proteger la entrada al puerto de Lisboa, a través del río Tajo. Con más de 500 años de historia, en el pasado, esta torre marcaba el punto de partida de muchas de las expediciones marítimas hacia África, Asia y América. En este barrio encontrarás además el Puente 25 de Abril, el Monumento a los Descubrimientos y el Museo Nac onal de los Carruajes. El deseo por descubrir aún más te puede llevar, si el clima lo ermite, a un día de playa. Desde siempre, los portugueses mantienen una estrecha relación con el mar. Sus costas bañadas por el océano Atlántico ofrecen largas playas de arena y acantilados de impresionantes vistas. Muy cerca de la ciudad, en las localidades de Cascais y Estoril encontrarás las mejores playas. Praia da Rainha, la Praia da Conceição y la Praia da Duquesa son de las más concurridas. Y para los que buscan una emocionante jornada de surf o windsurf, playa de Guincho es la ideal por su fuerte oleaje, grandes ráfagas de viento y belleza salvaje. Y si aún tienes fuerzas para explorar los alrededores de Lisboa, puedes tomar el tren y realizar una visita de un día a Sintra, una encantadora villa Patrimonio de la Humanidad con hermosas colinas, opulentos palacios, castillos en ruinas y mansiones extravagantes. Las horas transcurrirán de prisa entre sus atractivos, comenzando por el Palacio da Pena, una construcción de origen celta, que hacia el siglo XIX se constituyó como residencia vacacional de nobles y monarcas portugueses. El Palácio de Seteais; la mística Quinta da Regaleira con sus bellos jardines y el Palacio Nacional de Sintra, con sus inconfundibles y enormes chimeneas blancas de forma cónica son parte de sus tesoros.