SWEET ROYAL LOVE
Windsor se vuelve a vestir de gala tan solo unos meses después del esperado enlace de los Duques de Sussex. Esta vez, la princesa Eugenia y su prometido, Jack Brooksbank, son los protagonistas de su propio cuento de hadas, rompiendo protocolos y encantándonos con su espontáneo y dulce amor.
Windsor se vuelve a vestir de gala tan solo unos meses después del esperado enlace de los Duques de Sussex. Esta vez, la princesa Eugenia y su prometido, Jack Brooksbank, son los protagonistas de su propio cuento de hadas, rompiendo protocolos y encantándonos con su espontáneo y dulce amor.
Deslumbrante y regia, con un impecable vestido ivory de Peter Pilotto y Christopher De Vos, sin velo y con una espectacular tiara, Eugenia Victoria Elena, hija menor del príncipe Andrés de York y su ex esposa, Sarah Ferguson, subió los escalones de la capilla San Jorge en el castillo de Windsor. No podía estar más feliz. El día de su anhelado matrimonio con su novio por más de siete años, el comerciante de vinos, Jack Brooksbank, por fin había llegado. Su sonrisa natural, enmarcada por su cabello rojizo semi recogido con ondas suaves que reposaban sobre su cuello, entonaba a la perfección con un maquillaje sutil con énfasis en sus ojos a cargo de Hannah Martin de Bobbi Brown. De estilo moderno, con un portrait style neckline, su vestido era una historia andante, un simbolismo que no solo capturaba y acentuaba la belleza de la joven princesa sino también contaba un relato personal, muy cercano a la pareja. Y es que más allá del audaz diseño low-back, un estilo específicamente solicitado por Eugenia para mostrar con orgullo las cicatrices en su espalda consecuencia de las operaciones por su escoliosis a temprana edad, fue la confección del mismo que reunió detalles únicos y apreciados por la pareja, discretamente ocultos en el jacquard de seda y algodón del vestido. Como parte del proceso de diseño del ajuar, Pilotto y De Vos se dieron a la tarea de identificar cuatro símbolos centrales para la pareja que conformarían el estampado estilo guirnalda que iría tejido en el bodice del vestido: un cardo, flor nacional de Escocia y en referencia al cariño de la pareja por Balmoral; un trébol, emblema de Irlanda, en honor a la familia de la madre de la princesa y la rosa de York y la hiedra que representa su hogar. Todos esos detalles se transformaron en un delicado recordatorio que cubrió el vestido para darle ese toque ideal de sentimentalismo y elegancia.
Como el something borrowed del ajuar: una tiara. Y no cualquiera, sino una de la colección personal de la Reina Isabel, la tiara Greville Emerald Kokoshnik, compuesta por brillantes y diamantes rose gold fijados en platino con seis esmeraldas a los lados. Una creación que la firma de joyería Boucheron diseñó en 1919 para la dama de alta sociedad Margaret Greville, a quien perteneció la tiara en sus inicios hasta que le fue legada a la reina Isabel en 1942. Esta pieza histórica reemplazó el tradicional velo, completando así un look audaz, elegante pero a la vez fiel al estilo personal de la princesa. Fue así como Eugenie de 28 años desfiló hacia el altar donde Brooksbank, de 32 años, se convertiría en su esposo y nuevo miembro de la familia real de Inglaterra. Ansioso, como todo novio, en espera de su bride-to-be, Jack estuvo acompañado de su best man y hermano menor, Thomas Brooksbank. Vestido con un tradicional british morning coat, Jack no escatimó en mostrar su genuina emoción al ver a su novia caminando hacia el altar, soltando más de una lágrima acompañada de la dulce frase, “Oh, my heart”, minutos antes de intercambiar sus votos. Momentos conmovedores como éste y discretas demostraciones de cariño entre la pareja sellaron la ceremonia oficiada ante 800 invitados, entre miembros de la realeza y celebridades como Naomi Campbell, Kate Moss y Cara Delevingne, amigas cercanas de la pareja. Afuera, centenares de ingleses fueron parte de ese día memorable, inundando cada rincón de las afueras de Windsor Castle para saludar a los novios a su paso por las calles.
Luego de un noviazgo que sobrepasó los siete años, la pareja anunció su compromiso en enero de 2018 mediante un tradicional comunicado de Buckingham Palace. En ese momento la pareja se encontraba de vacaciones en Nicaragua. Su historia de amor comenzó hace ocho años cuando se conocieron por amigos mutuos durante un viaje de esquí en el resort suizo de Verbier. “Yo tenía 20 y Jack 24. Nos enamoramos. Tenemos las mismas pasiones y el mismo ímpetu por la vida”, confesó la princesa en una entrevista pasada. Por su parte, el novio alentó el sentimiento expresando que fue “amor a primera vista”.
Él, un commoner, como se le llama en Inglaterra a los ciudadanos comunes, es hijo de George y Nicola Brooksbank, empresarios y contadores. Se educó en Stowe School, uno de los colegios más elitistas del Reino Unido y donde estudiaron el príncipe Rainiero de Mónaco, el magnate Richard Branson y el actorHenry Cavill. Conocido como el “rey de la noche londinense” Brooksbank trabaja como gerente en Mahiki, un pub de temática polinesa que está situado convenientemente frente al Hotel Ritz, en el exclusivo barrio de Mayfair. Cada noche logra reunir ahí a celebrities como Paris Hilton, Beyoncé, Rihanna, Lady Gaga; y, por supuesto, los príncipes William y Harry y sus amigos. Desde 2017 es embajador de Casamigos, la marca de tequila propiedad de George Clooney.
Aunque pareciera difícil de creer que ese es un perfil que encaja en Buckingham, Jack no solo se robó el corazón de la joven princesa sino también de su familia. Siendo descendiente de los barones de Brooskbank, la familia de la novia pareció dar su aprobación al joven desde muy temprano en la relación, incluyéndolo en numerosos eventos oficiales como el Royal Ascot y la celebración anual Chelsea Flower Show. “Jack es absolutamente un joven extraordinario, Eugenia y él se han logrado conocer por varios años y estamos más que felices por ellos”, declaró el padre de la novia, el príncipe Andrés.
Como un romance escrito en british heaven, no hay duda de que la boda de la princesa Eugenia y Jack Brooksbank revivió aires de nuevos tiempos en la monarquía inglesa, dando espacio para el amor, la emoción y un fairy tale ending del siglo XXI.