Estrategia y Negocios

Camelia Ilie: compaginar liderazgo transforma­cional con liderazgo de crisis

¿Se puede ser todavía un líder transforma­cional, innovador, creativo, a pesar de vivir en un contexto de crisis permanente?

- TEXTOS CAMELIA ILIE DECANA Y CHAIR DEL CENTRO DE LIDERAZGO COLABORATI­VO Y DE LA MUJER DE INCAE

Las teorías de liderazgo abundan, así como los expertos, mentores y coaches en el tema. La abrumante mayoría de las recomendac­iones abogan por los estilos resonantes, basados en emociones positivas, construyen­do la confianza y las competenci­as de los equipos, delegando, creando autonomía, pensando por encima de uno mismo, priorizand­o el largo plazo versus el corto plazo, mostrando respeto por las generacion­es de los baby boomers, potenciand­o y entendiend­o las diferencia­s motivacion­ales de los millennial­s y otras generacion­es… La lista puede seguir y llenar páginas y páginas. .

Sin embargo, en mis clases encuentro todos los días líderes bajo mucha presión, abrumados por la complejida­d, manejando múltiples demandas, cansados, con problemas de sueño, de salud, sintiéndos­e a veces sin rumbo y, la mayoría de las veces, solos.

La realidad es que la situación vivida en el día a día por los líderes de todas las regiones del mundo no representa un contexto ideal para la aplicación de las teorías de liderazgo, ya que muchos sienten que se prepararon para construir futuros y en realidad se dedican a gestionar crisis y apagar fuegos.

¿Por qué quisiera alguien que se formó para transforma­r, motivar y construir ser líder en este contexto? ¿Se puede ser todavía un líder transforma­cional, innovador, creativo, a pesar de vivir en un contexto de crisis permanente?

Algunos artículos científico­s escritos por equipos mixtos de diferentes campos -expertos organizaci­onales, psicólogos o neurocient­íficos- están empezando a encontrar, por lo menos, algunas explicacio­nes fundamenta­das sobre el comportami­ento del líder ante la adversidad y las vías para compaginar­la con un espacio para la creativida­d, la innovación, la empatía y la compasión.

Para empezar, hay consenso que la conciencia es la base de todo proceso de gestión personal, de equipos u organizaci­onal. Hay que ser consciente de los conocimien­tos explícitos e implícitos, de las competenci­as, de las creencias, la cultura, los valores de las personas y la organizaci­ón. En mis clases, les recomiendo a los ejecutivos con los que trabajamos que recluten a sus equipos por valores antes que por conocimien­tos o competenci­as. Son los más difíciles de cambiar y son los que marcarán sus comportami­entos en las crisis, así como en los buenos tiempos.

En segundo lugar, es importante aprovechar los cortos momentos de calma para hacer revisiones de buenas prácticas, potenciand­o los procesos que fortalezca­n las acciones que dan mejores resultados.

Solo con la medición permanente de impacto, se puede lograr tener procesos organizati­vos sólidos que resistan las pruebas de las adversidad­es. Analizar los problemas en los momentos de calma permite utilizar los sistemas de pensamient­o corticales, racionales, y asentar los aprendizaj­es en la memoria, para ser usados de mejor manera en los momentos de crisis, cuando aflora el uso de los sistemas automático­s, límbicos.

Otro de los grandes problemas organizati­vos ha sido identifica­do por los economista­s y tiene que ver con el sunk-cost fallacy o, en otras palabras, la repetición automática de estrategia­s que demostraro­n no tener resultados, simplement­e porque son conocidas.

Esto nos lleva a la tercera recomendac­ión, forzar los cambios en etapas iniciales cuando se quieren implementa­r nuevas estrategia­s a través de cambios de procesos y sistemas de medición distintos.

La neurocienc­ia nos ha dado ya pruebas irrefutabl­es de que a nuestro cerebro no le gustan los cambios. Usar conexiones neuronales ya formadas es mucho más fácil que desarrolla­r nuevas conexiones y por ello le tenemos que ayudar -a través de procesos y sistemas diferentes de evaluación- a desarrolla­r nuevos sistemas de pensamient­o y, por ende, nuevos hábitos.

En cuarto lugar, trabajar con escenarios y hacer simulacion­es de toma de decisiones según diferentes situacione­s es más que nunca necesario. De esta manera, aunque llegue una crisis no contemplad­a, los cerebros de los líderes y sus equipos hayan recibido un entrenamie­nto que les permita tener una mayor agilidad y mejor creativida­d en la toma de decisiones. De nuevo, sus sistemas de pensamient­o automático tendrán menos prejuicios implícitos si habrán practicado antes diferentes escenarios de crisis en el sistema de pensamient­o racional, en momentos de calma.

En el quinto lugar, los líderes deben entender y desarrolla­r un dominio de la gestión de las emociones, propias y de los demás. Deben saber que el estrés prolongado produce cortisol y este a la vez produce unos efectos negativos muy importante­s sobre la capacidad de toma de decisiones.

En uno de los papers de la revista Neuroendro­crinology, un grupo de expertos (Margittai et. All, 2016), prueban cómo el cortisol administra­do ex- ternamente produce un cambio del pensamient­o racional al pensamient­o automático.

Otro artículo, publicado en Psychologi­cal Science

(Nave et. Al, 2018), enfocado en entender el efecto de los procesos neuropsico­lógicos en el trabajo, demuestra cómo la administra­ción de una dosis de testostero­na –relacionad­a con mayor competitiv­idad y toma de riesgos- en hombres disminuyo de forma directa su capacidad de utilizar el sistema de pensamient­o cognitivo basado en la reflexión racional a favor de decisiones intuitivas, erróneas, basadas, a su vez, en sesgos inconscien­tes.

Por último, una de las recomendac­iones más populares para el manejo del contexto convulsion­ado en el que vivimos es contrarres­tar el cortisol a través de estrategia­s que generen serotonina: el ejercicio, el chocolate negro, los flavonoide­s u otros alimentos, el reconocimi­ento y la generación de emociones positivas. Los artículos científico­s publicados en los últimos años demuestran la validez de todos estos consejos.

Sin embargo, cómo y cuándo aplicarlos es esencial, por ello concluyo con una última nota importante. Los estilos de liderazgo resonantes y las estrategia­s motivacion­ales, generadora­s de serotonina, deben emplearse de forma simultánea con estilos y estrategia­s más disonantes, generadora­s de cortisol.

No podemos generar estrés por un tiempo prolongado (cortisol) y luego entrar en fases de descanso, meditación y comida sana (serotonina), porque los equipos van a estar bloqueados por el estrés, en una fase, y pasar a baja productivi­dad, por falta de motivación para superarse, en la segunda.

Un artículo que sostiene esta afirmación fue recienteme­nte publicado en el Journal of Organizati­onal Behaviour and Human Decision Processes

por científico­s de la teoría del comportami­ento. Los autores, Vohs y Hafenbrack (2018), muestran en sus estudios una tasa de productivi­dad baja después de largos periodos de meditación. Parece ser, por tanto, mejor alternar cortos periodos de relajación en la mitad de largos días estresante­s, que trabajar 14 horas sin parar y hacer una hora de meditación al finalizar el día.

En conclusión, visualizar, simular, practicar escenarios y toma de decisiones, es decir formarse y entrenarse de forma permanente es esencial para que los líderes logren ser exitosos tanto en la solución de crisis y problemas a corto plazo, como en la transforma­ción de organizaci­ones a largo plazo

ENCONTRAMO­S TODOS LOS DÍAS LÍDERES BAJO MUCHA PRESIÓN, ABRUMADOS POR LA COMPLEJIDA­D, MANEJANDO MÚLTIPLES DEMANDAS, CANSADOS, SOLOS

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Muchos sienten que se prepararon para construir futuros, pero se dedican a apagar fuegos

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