Estrategia y Negocios

Rubén Blades INTENSAMEN­TE PANAMEÑO

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CON 40 ÁLBUMES Y 40 GRAMMYS EL CREADOR DE LA “SALSA CONSCIENTE” PREPARA SU LEGADO, EN LA CUMBRE DE SU CARRERA

Yo no me llamo Rubén Blades es el título del documental que se estrenó en septiembre pasado sobre la vida del abogado, politólogo, cantautor, actor, político, exministro y humanista. La cinta recoge los 50 años de la carrera del artista, una vida con inicios difíciles en el campo musical, retadora en la academia e intensa en su familia.

Es el único de su familia en concluir estudios universita­rios. Su padre y su madre no terminaron la primaria, pero la música latina sonaba siempre en su casa. Su madre Anoland Bellido de Luna era cubana y baladista, su padre Rubén Blades Bosques era colombiano y percusioni­sta, su abuela tocaba el piano.

Blades se propuso terminar su carrera de Derecho en Panamá y lo logró. Su mayor felicidad fue el día que llamó a su familia, exiliada en Miami, para contarles que ya era abogado. “Era un diploma familiar”, ha dicho. Más adelante hizo estudios de Derecho y Ciencias Políticas en Harvard.

En las décadas de los años 70 y 80 las dictaduras predominab­an en Latinoamér­ica, incluida Panamá, Blades se negó a trabajar como abogado en un país en esas condicione­s. Voló a Miami donde sus padres. “Estaban pasando mucho trabajo allá”, contó el músico al programa Encuentro.

Tampoco podía trabajar como tal en Estados Unidos, pero ya tenía su cabeza llena de música, algunas canciones escritas y necesitaba trabajo, llamó a una disquera en Nueva York para ofrecerse y le dijeron que no. Insistió preguntand­o por “hacer lo que sea” y le dijeron que necesitaba­n a alguien que manejara el correo. Entonces Blades fue mensajero y también hacía labores de limpieza.

Un día tuvo la suerte de que Ray Barreto buscaba un vocalista para su banda, Blades fue a la audición y lo contrataro­n. A partir de ahí, su vida cambió. Y también cambió y revolucion­ó el estándar de lo que se hacía con la salsa. Ese cambio lo impuso desde la segunda mitad de los años 70 hasta hoy, lo que le ha dejado más de 40 álbumes y 17 premios Grammys.

A partir de 1977 se unió al trombonist­a y productor musical Willie Colón, tras lo cual ha sido imparable. Su música hablaba sobre lo que no se debía hablar, pero se dijo, se oyó y se vendió. Cada pieza retrata una realidad social que la salsa no tenía en sus líneas. El mensaje ha sido tan importante como el ritmo.

En 1977 grabó junto a Colón el álbum Metiendo Mano y un año más tarde Blades compuso Siembra, uno de los discos más vendidos del género salsa en todos los tiempos y considerad­o una obra maestra por su composició­n musical y contenido lírico. Este álbum marcó un antes y un después en la salsa, tiene un mensaje de orgullo cultural, justicia social y liberación política en época de las dictaduras.

El documental Yo no me llamo Rubén Blades es parte del legado que el cantautor desea dejar. “Esto es una parte de mi testamento. Es decir, cosas que son importante de decir, porque si no las digo y no las aclaro ahora, otros van a tratar de interpreta­rlas y no va a ser lo mismo”, dijo Blades el día del estreno durante el Festival del Cine Latino de Nueva York.

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