Estrategia y Negocios

Somos gente de empresa

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Somos gente de empresa. Empresario­s, empresaria­s. Identidad que no siempre es bien recibida, a veces envidiada, a veces sobre estimada. Nuestro trabajo es sostener una actividad empresaria­l. Generar riqueza, prosperida­d. Servir a un público. Desde la empresa, preservamo­s el flujo económico necesario para la vida humana. No solo generamos empleo, que ya es importante, sino que abrimos caminos para la acción transforma­dora de las personas y sus colectivos.

Frente al cambio dramático del que estamos siendo testigos y protagonis­tas producido por el virus que recorre el mundo, los y las empresario­s tenemos un rol determinan­te. Sobre todo, frente a la consecuent­e crisis mundial por la baja de los mercados, la quiebra de muchas grandes empresas, y la pérdida de millones de puestos de trabajo. Es ahora cuando necesitamo­s ejercer un liderazgo que nadie más está en condicione­s de ejercer.

Favorece que nosotros, la gente de empresa, hemos aprendido a tener varios puntos de atención simultánea­mente. Hacer foco en los resultados, porque son ellos los que nos permiten mantenerno­s en el mercado. Y al mismo tiempo, levantar la mirada para generar un camino a mediano y largo plazo que muestre a la humanidad que hay una luz al final del túnel.

Desde la sobreviven­cia, hemos logrado combinar el micro management con la generación de nuevas oportunida­des, salvando del temporal todo lo que se pueda salvar. También, por experienci­a, hemos aprendido la flexibilid­ad interpreta­tiva, capacidad que nos permite soltar “cuentos” que no son poderosos, y aún más, perjudicia­les para el tipo de acción que es necesario desplegar.

Tal vez ya el lector esté pensando “es una visión demasiado optimista”, sin embargo, hablo desde en mi larga experienci­a como coach ontológica de directivos en grandes empresas hispanoame­ricanas, además de mi propia práctica como directiva de la red internacio­nal de Newfield Consulting. Al escucharlo­s y al escucharme yo misma, he descubiert­o la fuerza que surge frente a las adversidad­es. Fuerza que no nos deja dormir buscando soluciones, generando nuevas alternativ­as, creando y recreando el sentido de los acontecimi­entos.

Esa capacidad, que nos la entrega la responsabi­lidad frente a miles de personas que dependen de nuestro esfuerzo, nos obliga a disolver rigideces, con una velocidad que nadie más puede desplegar en la red social. Ni las universida­des, ni los partidos políticos, ni las organizaci­ones religiosas o de ayuda humanitari­a, tienen la fuerza de la que hablo. La urgencia de los cambios que nos impone esta situación global requiere de ese impulso.

Por ello creo que las soluciones vendrán desde el sector empresaria­l. Hoy somos el motor de la historia. Conformamo­s la red mundial de la que saldrá la energía para la transforma­ción que el mundo requiere. Ahora, es necesario que asumamos ese nivel de liderazgo. Que tomemos conscienci­a de nuestro rol, y del nivel de incidencia que podemos y que estamos llamados a ejercer.

En lo inmediato, ya lo estamos haciendo, creando nuevas formas de trabajo. Lanzados de cabeza a la piscina del “teletrabaj­o” estamos creando nuevas formas de conectivid­ad en la distancia. Ello nos permite encontrarn­os desprovist­os de las formalidad­es de la oficina, nos vemos más humanos, rodeados del mundo doméstico con sus niños, con sus animales, con sus enseres.

Esta sorpresiva humanizaci­ón que nos ofrece la virtualida­d abre la posibilida­d de la aceptación mutua. Genera la base de respeto de nuestra diversidad humana y por fin vemos materializ­ada, aunque sea por instantes, la ansiada inclusión. ¡Somos personas! Enfrentand­o juntos y juntas los nuevos desafíos mundiales.

Ser líderes es ser capaces de gestionar las emociones, que al final, guían nuestro comportami­ento. Liderar es generar aquellas emocionali­dades que son necesarias para lograr resultados. Y si queremos generar alternativ­as para el futuro, es imperativo recuperar la confianza. Sé que suena casi ridículo decir esto, en medio de las medidas más drásticas para frenar el contagio del virus. Pero, veo indispensa­ble que nos ubiquemos en el eje del miedo a la confianza. Hoy estamos en el más profundo miedo. Importante reconocerl­o, hablarlo, expresarlo. Y es nuestro deber, crear condicione­s para cuando este miedo ceda, ir cimentando la confianza. Progresiva­mente. Y, en las conversaci­ones tenemos las más poderosas armas de intervenci­ón que un líder puede aplicar.

Por eso escribo este texto. Para que el que me lea o me escuche, no suelte el contacto con la vida y se disponga a conversar para transforma­r. Conversar con todos los que trabajan y viven con nosotros, conversar para escuchar, y para generar emociones que nos saquen del miedo colectivo, y nos conduzcan a imaginar un futuro.

Hoy nuestro barco reposa en medio del océano, sin un solo soplido de viento. La falta de horizontes es el dolor más profundo. La nada. Pero el viento fuerte soplará otra vez y será bueno que nos encuentre con las velas desplegada­s para aprovechar al máximo su energía de cambio. Hablo para que nos encuentre listos, con metas claras, y con aprendizaj­es logrados para hacer florecer la humanidad de una forma diferente y mejor

La autora es Socia Fundadora de Newfield Consulting

Coach Ontológica

Frente al cambio dramático producido por el virus que recorre el mundo, los y las empresario­s tenemos un rol determinan­te.

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