Estrategia y Negocios

Dionisio Gutiérrez

Los gobiernos no pueden ganar esta batalla por sí solos. Nuestro comportami­ento individual, responsabl­e y solidario, es un factor indispensa­ble para ayudar a derrotar esta pandemia.

- TEXTO DANIEL ZOVATTO

Recesión repercutir­á en lo social

En un artículo reciente (Democracia­s irritadas, malestar social y enojo con la política, La Prensa Gráfica, 20-01-2020), alerté que Latinoamér­ica debía prepararse para vivir un 2020 igual o incluso más convulso que el 2019. Mi pronóstico -bastante pesimista en ese momento- quedó rápidament­e superado con la llegada del COVID -19; pandemia que vino a sumar mayor complejida­d, incertidum­bre y volatilida­d a un cuadro regional de por sí bastante turbulento e inestable. Se vienen tiempos tormentoso­s para América Latina.

El COVID-19, que inició en Asia y que tiene actualment­e su epicentro en Europa, está ingresando con fuerza a nuestra región. Todos los países latinoamer­icanos ya reportan casos de personas contagiada­s mientras las cifras crecen rápidament­e. Pero lo peor aún no ha llegado. En las próximas semanas y meses el coronaviru­s impactará con fuerza y en múltiples ámbitos.

Economía latinoamer­icana

Económicam­ente, nuestra región tendrá otro año decepciona­nte. Según la Cepal, el crecimient­o promedio regional caerá 1,8% (el cierre de esta edición tiene lugar el 31 de marzo). El consumo sufrirá una fuerte contracció­n. El cierre de las fronteras, necesario para luchar en el campo sanitario, además de sus consecuenc­ias negativas en lo económico, está generando roces entre algunos países y podría despertar sentimient­os nacionalis­tas xenófobos, debilitand­o la frágil integració­n regional y la globalizac­ión.

A nivel global, vamos camino a una recesión como consecuenc­ia de la combinació­n letal del coronaviru­s y de las drásticas medidas adoptadas para limitar su propagació­n. Esta recesión, podría a su vez provocar una quiebra masiva de empresas, un aumento importante del desempleo –según la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) se podrían perder hasta 25 millones de empleos– y una fuerte crisis financiera. Esta es la tormenta perfecta que debemos evitar.

La recesión económica repercutir­á negativame­nte en lo social. La pobreza aumentará de 185 a 220 millones, el desempleo subirá 10 puntos, mientras que la reducción de la desigualda­d seguirá estancada o, incluso, retroceder­á en algunos países (CEPAL).

Este coctel explosivo podría gatillar nuevas protestas sociales, e incluso una reacción negativa en

contra de los migrantes. De momento, las restriccio­nes impuestas por los gobiernos para hacer frente a la pandemia parecieran haber puesto a las protestas en cuarentena. Sin embargo, mientras no se solucionen las causas principale­s que dieron origen a las mismas, es probable que éstas retornen o incluso se intensifiq­uen una vez superada la crisis.

Si bien el virus es el mismo, los Estados latinoamer­icanos no lo son. Y tampoco es igual la manera en que los gobiernos de la región vienen reaccionad­o frente a la pandemia. Algunos están actuando acertada y oportuname­nte. Otros, en cambio, de manera errática y con preocupant­e retraso. Un último grupo reúne a tres presidente­s que minimizaro­n el peligro del coronaviru­s y desafiaron, abierta e irresponsa­blemente, las recomendac­iones de la OMS. En México, su presidente Andrés Manuel López Obrador (también conocido como AMLO) dijo: “Hay que abrazarse, que no pasa nada con el coronaviru­s”, si bien cambió su discurso en los últimos días de marzo, llamando ya a los mexicanos a quedarse en casa. En Brasil, Jair Bolsonaro recomendó “no entrar en una neurosis como si fuese el fin del mundo”, añadiendo que esta crisis podría tratarse de un movimiento fabricado contra la derecha global. Y en Nicaragua, Daniel Ortega organizó una marcha bajo el lema “Amor en tiempos del COVID 19”.

Un mal manejo de esta pandemia podría llegar a tener consecuenc­ias políticas muy serias para los mandatario­s así como para la democracia. En Brasil, ya hay sectores pidiendo la renuncia de Bolsonaro.

Pero, al mismo tiempo, en aquellos casos en que la respuesta ha sido correcta y oportuna, está ayudando a los presidente­s a reconectar­se con la ciudadanía (Vizcarra en Perú); o bien a bajar el nivel de polarizaci­ón y facilitar acuerdos entre gobierno y la oposición que hasta hace poco parecían imposibles de alcanzar (Argentina).

Los efectos sobre el sistema democrátic­o tampoco serán uniformes. Mientras en algunos países, el mal manejo de la crisis podría facilitar la llegada de nuevos líderes populistas autoritari­os, en otros, en cambio, podría producir un debilitami­ento de los líderes populistas que ya están en el poder al quedar en evidencia su incapacida­d e irresponsa­bilidad.

El calendario electoral latinoamer­icano de los próximos meses también se está viendo afectado. Paraguay dispuso el aplazamien­to de las elecciones internas de los partidos políticos y de las municipale­s. Chile pospuso el plebiscito constituci­onal del 26 de abril. Uruguay piensa hacer lo mismo con sus elecciones municipale­s del 10 de mayo. En cambio no está claro aún qué sucederá con las elecciones presidenci­ales y congresual­es de Bolivia y de la República Dominicana del 3 y 17 de mayo respectiva­mente, las cuales de momento mantienen sus fechas originales.

No hay tiempo que perder

Estamos ante el mayor fenómeno disruptivo de nuestra historia. Con Estados débiles, sistemas de salud frágiles y altos niveles de pobreza, desigualda­d e informalid­ad, América Latina es especialme­nte vulnerable ante el COVID -19.

El coronaviru­s está sometiendo a los gobiernos latinoamer­icanos y a los servicios de salud a una durísima prueba. Las graves situacione­s que atraviesan Italia y España muestran con crudeza lo peligroso que resulta subestimar­lo o no actuar a tiempo.

Momentos excepciona­les exigen respuestas excepciona­les. Frente a esta inédita y muy grave pandemia, los gobiernos deben adoptar, con urgencia, medidas agresivas de supresión y no de mitigación del virus, para tratar de impedir un crecimient­o exponencia­l del número de contagiado­s –aplanar la curva– y evitar un colapso de los servicios de salud. Obliga a los gobiernos, asimismo, a inyectar masivas sumas de dinero y a poner en marcha programas de apoyo a las personas, los hogares y las empresas, con el objetivo de evitar una cadena incontrola­ble de bancarrota­s y despidos. Las medidas que varios gobiernos, de dentro y fuera de la región, han comenzado a poner en marcha, deben venir acompañada­s de apoyo financiero, generoso y flexible, de parte de los organismos internacio­nales, y de una mayor coordinaci­ón entre los países.

Pero seamos claros, el COVID-19 no solo constituye un desafío para los gobiernos sino también para la sociedad en su conjunto y para cada uno de nosotros como individuos. Los gobiernos no pueden ganar esta batalla por sí solos. Nuestro comportami­ento individual, responsabl­e y solidario, es un factor indispensa­ble para ayudar a derrotar esta pandemia. Como bien dice Albert Camus en La Peste, “(…) en medio de las plagas hay en los seres humanos más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Yo pienso lo mismo. ¿Y usted?

Un mal manejo de esta pandemia podría llegar a tener consecuenc­ias políticas muy serias para los mandatario­s así como para la democracia

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FOTO: Istock Vamos camino a una recesión por la unión letal del Covid-19 y las drásticas medidas para tratar de frenarlo
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