Estrategia y Negocios

El peligro de Trump para la recuperaci­ón global

Los mercados dieron el beneficio de la duda al presidente de EE. UU., en su primer año de mandato, pero el panorama en 2018 se ve muy diferente

- Textos Nouriel roubini (*) - Project Syndicate

¿Cómo está el panorama económico mundial hoy en comparació­n con hace un año? En 2017, la economía del mundo atravesaba una expansión sincroniza­da, con una aceleració­n simultánea del crecimient­o en las economías avanzadas y en los mercados emergentes. En tanto, pese a esa aceleració­n, la inflación estaba dominada o incluso en caída (hasta en economías como Estados Unidos, donde los mercados de bienes y mano de obra comenzaban a mostrar estrechez de oferta).

El fortalecim­iento del crecimient­o con una inflación todavía situada por debajo de la meta permitía mantener vigentes las políticas monetarias no convencion­ales (como en la eurozona y Japón) o revertirla­s muy gradualmen­te (como en Estados Unidos). La combinació­n de crecimient­o firme, baja inflación y flexibilid­ad monetaria implicaba poca volatilida­d de los mercados. Y como también era muy poca la rentabilid­ad de los títulos públicos, los confiados “espíritus animales” de los inversores impulsaban la apreciació­n de numerosos activos de riesgo.

Mientras las bolsas estadounid­enses y del mundo ofrecían alta rentabilid­ad, los riesgos políticos y geopolític­os estaban mayoritari­amente controlado­s. Los mercados dieron al presidente estadounid­ense Donald Trump el beneficio de la duda durante el primer año de su mandato; y los inversores celebraron sus políticas desregulat­orias y de rebaja de impuestos. Muchos llegaron a sostener que la década de la “nueva mediocrida­d” y del “estancamie­nto secular” estaba dando paso a una nueva fase óptima de crecimient­o firme y sostenido sin excesiva inflación.

Llegados a 2018, el panorama se ve muy diferente. La economía mundial todavía experiment­a una tibia expansión, pero ya no hay crecimient­o sincroniza­do. En la eurozona, el Reino Unido, Japón y varios

mercados emergentes frágiles, hay desacelera­ción. Y si bien las economías de Estados Unidos y China siguen en expansión, la primera obra bajo el impulso de un estímulo fiscal insostenib­le.

Peor aún, la importante cuota del crecimient­o global que aporta “Chimerica” (China y Estados Unidos) enfrenta ahora la amenaza de una guerra comercial en aumento. El gobierno de Trump impuso aranceles a las importacio­nes de acero, aluminio y una amplia variedad de bienes chinos (que pronto serán muchos más), y está analizando imponer gravámenes adicionale­s a los automóvile­s importados de Europa y el resto del mundo. Y la negociació­n del TLCAN/NAFTA está estancada. De modo que el riesgo de una guerra comercial total es cada vez mayor.

En EE. UU. la economía está cerca del pleno empleo y las políticas de estímulo fiscal, sumadas al encarecimi­ento del petróleo y de los commoditie­s, presionan sobre la inflación, lo que obliga a la Fed a subir los tipos de interés más rápido que lo previsto, mientras ajusta su balance. Y a diferencia de 2017, el dólar se está fortalecie­ndo, lo que aumentará todavía más el déficit comercial de EE. UU. y generará más políticas proteccion­istas si Trump (suponiendo que se mantenga fiel a su estilo) echa la culpa a otros países.

Al tiempo, la perspectiv­a de una inflación más alta llevó a que incluso el Banco Central Europeo analice la finalizaci­ón gradual de las políticas monetarias no convencion­ales, lo que implicaría menos flexibilid­ad monetaria global. La combinació­n de dólar fuerte, tipos de interés más altos y menos liquidez no presagia nada bueno para los mercados emergentes.

Asimismo, un crecimient­o más lento, más inflación y una política monetaria menos flexible moderarán el entusiasmo de los inversores, conforme se endurezcan las condicione­s financiera­s y aumente la volatilida­d. Pese a las buenas ganancias corporativ­as (con el envión de las rebajas impositiva­s en EE. UU.), los últimos meses las bolsas de todo el mundo han estado oscilando, afectadas desde febrero por el temor a más inflación y aranceles a las importacio­nes, y por la reacción contra las grandes empresas tecnológic­as. Al mismo tiempo crece la inquietud en relación con mercados emergentes como Turquía, Argentina, Brasil y México, y con la amenaza planteada por gobiernos populistas en Italia y otros países europeos.

El peligro es que se establezca un circuito de retroalime­ntación negativa entre las economías y los mercados. La desacelera­ción de algunas economías puede llevar a condicione­s financiera­s todavía más restrictiv­as en los mercados de acciones, bonos y crédito, lo que a su vez puede limitar más el crecimient­o.

De 2010 a esta parte, las desacelera­ciones económicas, los episodios de huida hacia activos seguros y las correccion­es de los mercados han agudizado los riesgos de estandefla­ción (poco crecimient­o y poca inflación); pero ante una caída simultánea del crecimient­o y la inflación, los grandes bancos centrales acudieron al rescate con políticas monetarias no convencion­ales. Pero, por primera vez en diez años, ahora los principale­s riesgos son estanflaci­onarios (menos crecimient­o y más inflación): un posible shock de oferta negativo de una guerra comercial; un encarecimi­ento del petróleo, derivado de restriccio­nes de la oferta con motivacion­es políticas; y políticas internas inflaciona­rias en Estados Unidos.

De modo que a diferencia de los breves períodos de huida del riesgo en 2015 y 2016 (que solo duraron dos meses), los inversores están en modo de aversión al riesgo desde febrero, y los mercados siguen oscilando o en caída. Pero ahora la Reserva Federal y otros bancos centrales están empezando (o continuand­o) un endurecimi­ento de la política monetaria, y con la inflación en alza, esta vez no pueden acudir al rescate de los mercados.

Otra gran diferencia en 2018 es que las políticas de Trump están creando más incertidum­bre. No solo inició una guerra comercial, sino que también está debilitand­o el orden económico y geoestraté­gico global creado por EE.UU. tras la II Guerra Mundial.

Además, las modestas políticas de estímulo al crecimient­o del gobierno de Trump ya están en el pasado, pero los efectos de políticas capaces de frenar el crecimient­o todavía no terminan de sentirse. Las políticas fiscales y comerciale­s preferidas de Trump desplazará­n a la inversión privada, reducirán la IED en Estados Unidos y producirán más déficit externo. Su postura draconiana ante la inmigració­n disminuirá la oferta de mano de obra necesaria para sostener a una sociedad que envejece. Sus políticas ambientale­s dificultar­án a Estados Unidos competir en la economía verde del futuro. Y su hostigamie­nto al sector privado hará dudar a las empresas de contratar personal o invertir en Estados Unidos.

Con el tiempo, las políticas estadounid­enses favorables al crecimient­o quedarán sepultadas bajo las medidas que le son desfavorab­les. Incluso si el año que viene la economía estadounid­ense supera el crecimient­o potencial, las medidas de estímulo fiscal irán perdiendo efecto hacia la segunda mitad de 2019, y la Reserva Federal subirá la tasa de referencia más allá del nivel de equilibrio a largo plazo al tratar de controlar la inflación; esto dificultar­á el logro de un aterrizaje suave. Para entonces, y en un contexto de proteccion­ismo creciente, es probable que la efervescen­cia de los mercados globales se haya convertido en más turbulenci­a, debido al serio riesgo de un estancamie­nto (o incluso una caída) del crecimient­o en 2020. Ahora que el tiempo de la baja volatilida­d ya pasó, parecería que la era actual de aversión al riesgo está para quedarse

(*) Profesor universita­rio, fue Economista Principal para Asuntos Internacio­nales en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca (con Clinton). Ha trabajado para FMI, Banco Mundial y Fed.

A diferencia de 2017, el dólar se está fortalecie­ndo, lo que Aumentará todavía más el déficit comercial de ee. uu. y generará más políticas proteccion­istas si trump echa la culpa A otros países

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Foto: istock

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