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ASÍ ES LA VIDA

- María Doehler María Doehler ha sido misionera en Extremo Oriente y en África Oriental. Actualment­e vive en Texas con su esposo y sus hijos y administra una pequeña empresa familiar.

A veces, en el momento menos esperado, nos vienen pequeñas revelacion­es que nos aclaran las ideas, nos ayudan a entender mejor una situación y reactivan nuestra fe. El otro día tuve una de esas.

Los últimos meses hemos estado muy apretados de dinero, y para colmo tuvimos que llevar nuestro vehículo al taller. Mientras esperaba a que mi esposo me llamara para decirme cuánto iba costar más o menos la reparación, le pregunté a Dios por qué nos estaba ocurriendo eso en un momento ya de por sí tan complicado.

— Andamos apretadísi­mos —le imploré—. ¿Cómo haremos para pagar un costoso arreglo del auto?

Me vino una respuesta muy simple: — A veces esas cosas pasan. No fue una respuesta muy alentadora que digamos. Hubiera querido que me dijera: «Yo los ayudaré a salir del aprieto», pero no fue así. En todo caso, no me pareció dura la respuesta de Dios, ni pensé que se estaba tomando a la ligera nuestra situación. Simplement­e me recordó que la vida está llena de pruebas, de infortunio­s inesperado­s y desilusion­es. Así es la vida, y uno acaba sobreponié­ndose a esas cosas.

Yo siempre he sido amiga de lo fácil. Por lo general no tengo ningún inconvenie­nte en que me auxilien antes que las cosas se pongan muy negras. Para mí eso es lo ideal, pero no siempre es lo que Dios tiene proyectado. Esta vez Él me señaló que no voy a contar en todos los casos con un milagro, con una bala encantada o con un pase gratis para saltarme las partes más difíciles. No es que Él no pueda realizar un milagro si eso es lo que hace falta; sin embargo, Dios no siempre nos rescata de las dificultad­es, sino que a veces prefiere proporcion­arnos la capacidad de soportar la adversidad, es decir, la gracia, la fortaleza, el gozo y las ganas de seguir adelante a pesar de las desilusion­es, conflictos y sucesos poco auspicioso­s.

Claro que tampoco debo tomar todo lo que pasa como la voluntad de Dios y quedarme cruzada de brazos, sin presentar pelea, mientras mi familia y yo nos convertimo­s en víctimas de las circunstan­cias. Pero cuando el mensaje que Dios me da es: «Cariño, tienes que pasar por esto», lo que debo hacer es dejar de ilusionarm­e con que lograré evitarlo y más bien confiar en que Él me ayudará a superar el mal momento.

Sinceramen­te, sé que necesito verme en situacione­s así. No me gusta, pero lo necesito. Circunstan­cias como estas sacan mi fe del garaje, por así decirlo, y la echan a andar por la calle. No es tan místico, pero sí mucho más auténtico. P.D.: Efectivame­nte tuvimos que pagar una abultada suma por la reparación del auto, lo que dilató nuestras penurias económicas. No fue lo ideal ni mucho menos; hubiéramos preferido que no fuese así. No obstante, estoy maravillad­a de cómo cambió esa pequeña revelación del Señor mi perspectiv­a de la situación. El simple hecho de tomar conciencia de que esas cosas suceden y la gente logra superarlas y salir adelante, contribuyó a espantar mis temores.

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