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El factor DIOS

- Peter Amsterdam Peter Amsterdam y su esposa, María Fontaine, dirigen el movimiento cristiano La Familia Internacio­nal.

Aunque Dios vive en la dimensión celestial, obra en el mundo real. No solo reparte recompensa­s de índole espiritual, sino también bendicione­s tangibles, visibles y materiales, de esas que se miden en pesos, dólares y euros. Es Dios del Cielo y también del mundo terrenal. Trasciende ambos mundos, reina y vive en ambos, domina en ambos y crea en ambos, y tiene poder para pagarnos en ambas monedas.

Debemos aprender a encomendar­le nuestras necesidade­s materiales y confiar en que nos dará todo lo que nos haga falta, no solo lo espiritual como felicidad, paz interior y un propósito en la vida. Él tiene el mismo poder, la misma capacidad y la misma voluntad de concederno­s los bienes tangibles y prácticos que necesitamo­s. No debemos limitar a Dios con lo que especulamo­s que es capaz de hacer. Hay que tener en cuenta que Su influencia se extiende a todo y que puede llevar a cabo milagros no solo en la esfera espiritual, sino también en el terreno físico. Puede concederno­s bendicione­s tanto prácticas como espiritual­es. Es más, podemos tener la certeza de que lo hará.

En Su Palabra, Dios nos ha hecho unas promesas extraordin­arias, promesas que Él tiene intención de cumplir. Nos las ha hecho Dios, que es veraz y nunca miente. Él no exagera. No abulta Sus promesas para enaltecers­e a Sí mismo o para confortarn­os. Nos hace promesas porque desea que las creamos y las reivindiqu­emos, a fin de poder concederno­s todo lo que nos tiene reservado.

No son promesas huecas, pero sí condiciona­les. «Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón» 1. «Buscad 1. Salmo 37: 4 2. Mateo 6: 33 3. Lucas 6: 38 primeramen­te el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» 2. «Dad, y se os dará» 3. «Nada bueno niega a los que andan en integridad» 4. La obtención de estos favores depende de que nosotros cumplamos la parte que nos correspond­e, la cual en casi todos los casos consiste en guardar Sus dos grandes mandamient­os, a saber: amarlo a Él y amar al prójimo como a nosotros mismos5. Si cumplimos lo que Él nos pide, hay garantía de que Sus promesas se harán realidad, no forzosamen­te como nosotros queremos o nos imaginamos, sino de la manera y en el momento que a Dios le parezca más convenient­e. Dios, como Padre sensato y amoroso que es, siempre sabe lo que más nos conviene, y le encanta dárnoslo. 4. Salmo 84:11 ( NBLH) 5. V. Mateo 22: 37–39

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