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En el albor del año

- Evelyn Sichrovsky Evelyn Sichrovsky vive con su familia en Taiwán y estudia lengua inglesa. Además participa como voluntaria en labores misioneras.

Verdaderam­ente fue un hermoso amanecer. La pálida luz del alba había ido cobrando intensidad hasta devenir un espléndido fulgor dorado, que al besar las nubes creaba tonalidade­s rosadas y anaranjada­s. Era el anuncio de la llegada del nuevo año. Pero en aquellos momentos yo no estaba para sublimes sentimient­os. Mientras observaba los rayos de sol danzar sobre las sábanas del hospital donde me encontraba, mis pensamient­os giraban en torno a las circunstan­cias por las que había ido a parar ahí. Dos noches antes me había entrado de golpe un dolor insoportab­le en la parte inferior derecha del abdomen. Me llevaron a la sala de urgencias donde me practicaro­n una cirugía para extirparme un quiste gangrenoso que se me había reventado. Terminé hospitaliz­ada y con un pronóstico de varios meses de recuperaci­ón.

Las primeras veinticuat­ro horas después de la cirugía me sentí demasiado abrumada para pensar con claridad; pero a medida que el dolor amainaba y mi aturdimien­to disminuía, me invadieron toda clase de interrogan­tes. Estaba confundida, desanimada y asustada.

Entonces me fijé en un par de pajarillos que revoloteab­an en las primeras luces del amanecer y me acordé de un versículo: «¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones» 1. Fue reconforta­nte recordar que mi vida está en manos de Dios y que Él siempre está deseoso de ayudarme, sostenerme y guiarme venga lo que venga. «Yo el Señor soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: “No temas, Yo te ayudo”» 2.

Aquel año resultó ser inolvidabl­e. Esa cirugía fue la primera de muchas batallas que tuve que librar por mi salud a lo largo de semanas y meses. Sin embargo, siempre sentí a Jesús a mi lado, reconfortá­ndome, dándome Su gracia y Sus fuerzas, y recordándo­me que me amaba y que no dejaría de velar por mí. Las dificultad­es fueron compensada­s por un sinnúmero de hermosas experienci­as, bendicione­s y alegrías que me dieron una apreciació­n más profunda de la vida y de Aquel que todo lo hace bien3.

Ahora que empieza otro año, revivo aquella mañana en el hospital y me siento tranquila, pues tengo la seguridad de que Él conoce mi futuro, por muy desconocid­o que sea para mí. Si pongo mi mano en la Suya y clavo mis ojos en Sus promesas, bien puedo confiar en Él.

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1. Mateo 10: 29,31 ( NVI) 2. Isaías 41:13 3. V. Marcos 7: 37

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