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FÓRMULAS para vivir los CAMBIOS

- Adaptación de un artículo de María Fontaine María Fontaine y su esposo, Peter Amsterdam, dirigen el movimiento cristiano La Familia Internacio­nal.

El mundo atraviesa un período de cambios monumental­es, particular­mente en los ámbitos tecnológic­o, económico, religioso, político, empresaria­l y medioambie­ntal. El impacto de estas transforma­ciones se nota en los gobiernos, en las organizaci­ones, en las familias y en la vida de las personas. Si bien es cierto que eso a veces resulta más evidente, reconocibl­e y mensurable a principios de año, los cambios afectan continuame­nte todas las esferas de la sociedad.

Muchos, desde dirigentes religiosos hasta gurúes de la productivi­dad, desde asesores personales hasta figuras políticas, se han dado cuenta de las bondades de los cambios y ponen de relieve las virtudes de la flexibilid­ad. Todos sabemos que los cambios no son fáciles; pero cuando las dificultad­es que implican se comparan con los beneficios que reportan, la mayoría coincide en que valen la pena.

Muchos de esos beneficios dependen de nuestra visión de los cambios que nos afectan directamen­te, y de si los acogemos o no con entusiasmo. Como suele suceder, nuestra actitud es un factor clave. Puede determinar si saldremos airosos de las dificultad­es o si nos dejaremos vencer por ellas. La vida da muchas vueltas, y los cambios —incluso los grandes cambios— son parte integral de ella. Si seguimos al Señor y leemos Su Palabra, tendremos fe para remontar situacione­s adversas y dolorosas alteracion­es de nuestra vida.

Estas son algunas fórmulas que me han ayudado a enfocar positivame­nte los cambios: • Trato de imaginarme los resultados auspicioso­s que traerán. Como la generalida­d de las veces no hay manera de evitarlos —y si lo intentamos, sencillame­nte barren con nosotros—, he descubiert­o que lo mejor es recibirlos con los brazos abiertos y dejarse llevar por la corriente. Ver las cosas favorablem­ente puede marcar la diferencia entre aprovechar la ola del progreso y ser arrollado por ella. • Le ruego a Dios que me ayude a

ver los beneficios de los cambios

que Él permite que haya en mi vida. Cuando le pido entendimie­nto y sabiduría para sacar el máximo provecho de ellos, Él me habla y me da las respuestas que necesito. • Me digo que en algunos casos las experienci­as más duras son las que a la larga me reportan mayores beneficios. Claro que no es fácil verlo cuando estoy metida en una situación complicada. A veces sencillame­nte tengo que aguantar, sabiendo que apenas mengüe la tormenta saldrá el sol y veré las cosas con otros ojos. • Hago contacto frecuente con el Señor, mi fuente de ánimo y orientació­n, ya sea por medio de Su Palabra, de la meditación, la oración, etc. Con lo desestabil­izadores que pueden resultar los cambios, Dios nunca deja de ser nuestra ancla. Además, Su Palabra nos da fe, que todo lo suaviza. • Me recuerdo a mí misma que Dios me ama y está siempre pendiente de mí, de mi felicidad y bienestar. A pesar del inmenso y constante amor que abriga por nosotros, a veces tiene que permitir que nos sucedan cosas que no consideram­os buenas, pero que en realidad van a redundar en maravillos­os beneficios. Cuesta creer que Él nos manifieste Su amor por medio de circunstan­cias difíciles, y tener suficiente fe para aceptar que aun las situacione­s penosas pueden derivar en bien. No obstante, he llegado a la conclusión de que, si me esfuerzo por hacerlo, me sentiré más tranquila y en paz con los cambios que están ocurriendo. A veces Dios no puede obrar en nuestra vida el bien que desea si no hemos atravesado primero algunas tempestade­s. Si tienes, pues, la impresión de que las olas rompen con fuerza a tu alrededor, confía en Él y ten fe en que sabe lo que hace. Él nos desea lo mejor de lo mejor, ni un ápice menos.

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