Como las flores
Estaba sentada en la sala de una amiga cuando me fijé en unas flores carmesí que tenía en un florero sobre la mesa de centro. Su encanto me dejó casi embelesada. Mientras contemplaba aquella hermosa maravilla tuve la impresión de oír la voz de Dios que me decía: «Quiero que seas como esas flores».
Reflexionando más tarde sobre esas palabras y sobre cómo un artístico arreglo floral puede levantarnos el ánimo e inspirarnos, evoqué estas palabras de Jesús: «Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos» 1.
Si los lirios no se angustian, ¿por qué yo lo hago? Supongo que me pasa cuando aparto los ojos de Dios y dejo de reflejar Su luz y Su gloria. Me empeño en hacer las cosas con mis propias fuerzas. Ando con prisas, y sin darme cuenta termino yendo en la dirección equivocada. Y las cosas no resultan como yo esperaba.
Una flor reluce porque refleja la gloria de Dios. Se mece grácilmente con la brisa, sonríe a los que pasan cerca y les manifiesta el amor que Dios puso en ella. La flor no es ociosa; continuamente absorbe la luz del sol y la transforma en algo útil
Si queremos crecer y florecer como los lirios del campo es esencial que nos mantengamos en contacto con Dios a través de la oración. Y como es natural, ¡muchas flores dan origen a frutos! Así pues, si queremos llevar fruto es preciso que absorbamos largo y tendido la luz de Dios y permitamos que Su Espíritu nos polinice. Timothy Keller escribió en su libro Every Good Endeavor: «El modo de servir a Dios en el trabajo es trabajar con un corazón agradecido, alegre, transformado por el Evangelio, sorteando todos los altibajos, bailando con el viento, sonriendo en la lluvia, muriendo a uno mismo para que otros vivan».