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DE LA MANO DE DIOS

- Gabriela DeLorenzo Gabriela DeLorenzo vive en Alemania, donde estudia puericultu­ra.

En mi empeño por alcanzar algunas de mis metas y hacer realidad mis sueños, actualment­e me encuentro en una situación en la que el futuro no se ve muy promisorio que digamos. Es poco lo que puedo hacer por avanzar por mi cuenta, y no logro ver adónde me conducirá el camino que he tomado.

Recostada en mi cama, sopeso inquietame­nte mi situación y trato de orar mientras medito sobre lo que describe Minnie Louise Haskins en su poema Las puertas del año: «Pon tu mano en la de Dios, y Él será para ti más que una luz y mejor que un camino conocido».

Intento visualizar­me poniendo mi mano en la de Dios y dejándome guiar por Él. Le pido una y otra vez que me dé paz, hasta que al cabo de un rato escucho Su voz serena entre la bulla de mis pensamient­os confusos: «¿Cómo puedes poner tu mano en la Mía si la tienes llena?»

Entonces caigo en la cuenta de que me aferro excesivame­nte a todos mis planes. Me he fijado plazos en los que quiero que se materialic­en y albergo la expectativ­a de que todo resulte de cierta manera. Me he convencido de que solo así seré feliz. Sin embargo, ando constantem­ente exasperada, pues parece que todo son contratiem­pos.

Naturalmen­te, ponerme metas y planificar no tiene nada de malo; pero los logros deben venir como fruto de mi colaboraci­ón con Dios, no solo de mi esfuerzo. Tratar de abrirme paso a pulso no me ha dado resultado. Debo confiar y creer que, así como Dios me ha orientado al momento de fijarme metas, Él me ayudará a alcanzarla­s cuando lo considere oportuno. O sea, que no me vendría mal tener un poco de paciencia.

El camino que tengo por delante aún se ve incierto. Aunque no sepa con certeza lo que me deparará el futuro, sé que si pongo mi mano vacía en la de Dios, Él me conducirá en la dirección en que debo ir y me iluminará el camino. Me veo a mí misma rindiéndol­e mi voluntad, y al hacerlo me invade la paz. Me quedo dormida con la tranquilid­ad y seguridad de que Dios lo resolverá todo.

No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experiment­arán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús. Filipenses 4:6,7 ( NTV)

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