AFÉRRATE
¡No te rindas! ¡No abandones! Aférrate a Mí, pues Yo te amo. Aférrate a Mi Palabra, que te infunde valor, fuerzas, fe, esperanza, vida y poder aun cuando no te quede nada de todo eso. Ni te imaginas cuánto tengo aún para darte, enseñarte y obrar en tu vida, todo lo que tienes por delante.
No vayas a perderte todo lo que te tengo preparado solo porque todavía no lo ves. Esto no es el final del camino; lo que pasa es que has llegado a un recodo. Es cierto que la senda parece bastante oscura, y que el panorama se presenta sombrío y desalentador; pero a la vuelta de la esquina te espera un sol radiante, felicidad y grandes satisfacciones.
Pon tu mano en la Mía, tal como lo haría una niña que, porque confía de todo corazón en el amor de su padre, se atreve —tomada desesperadamente de su mano— a atravesar una violenta tempestad que se le hace gigantesca y terrible. Al agarrar la mano de su papá y adentrarse en la noche oscura y tormentosa, se da cuenta de que él es capaz de conducirla a salvo a través del temporal, y poco a poco, pasito a pasito, su miedo se transforma en fe.