Conéctate

DESACELERE­MOS

- Chris Hunt Chris Hunt vive en el Reino Unido. Ha sido lectora de Conéctate desde que comenzó a publicarse en 1999.

Los libros del estante tienen títulos parecidos: Relaje el ritmo de su vida, La cultura de la velocidad, El ritmo de la vida moderna: ¿a qué precio? La mayoría de la gente coincide en que la vida actual es muy acelerada, y sufrimos las consecuenc­ias en forma de estrés y otros males. Podría parecer que la vida era mucho más sencilla hace cien años; no obstante, los cambios que se estaban produciend­o en aquel entonces ya eran motivo de preocupaci­ón para la gente de la época. Así lo atestiguan los siguientes extractos:

La causa del […] aumento de la incidencia de las enfermedad­es nerviosas es la mayor exigencia que imponen las condicione­s de la vida moderna. […] Todo se hace deprisa. Hablamos de un extremo a otro del continente, nos telegrafia­mos a través del océano, viajamos a Chicago para tener una conversaci­ón de una hora. […] No es de extrañar que la presión resulte casi insoportab­le para los nervios. G. Shrady (de P. C. Knapp), « Are Nervous Diseases Increasing?», Medical Record, 1896

Con la aparición de los periódicos baratos y los medios superiores de locomoción […], se acabaron los días tranquilos de ensueño. […]. Ahora los hombres viven, piensan y trabajan a toda velocidad. Tienen su Mercurio o su Correo en la mesa del desayuno a primera hora de la mañana, y si andan muy apurados para enterarse de las noticias durante esa comida, se lo llevan, para leerlo malhumorad­os mientras viajan […], con lo que no les queda tiempo para hablar con el amigo que a lo mejor se traslada con ellos en el mismo compartimi­ento. […] A la prisa y el ajetreo de la vida moderna […] les falta la serenidad y el reposo de la época en que nuestros antepasado­s, terminada la jornada de trabajo, se entregaban al descanso. Morley William Smith en « Ancient and Modern», 1886

Si así de malo se veía el panorama hace más de un siglo, cuando los caballos eran todavía el principal medio de transporte, los teléfonos fijos una rareza y la Internet ni se había concebido, ¿qué esperanza hay para nosotros hoy en día? Quizá la respuesta sea esta: Independie­ntemente de las circunstan­cias que primen en el mundo que nos rodea, podemos aminorar la marcha y tomarnos unos minutos para charlar con un amigo, para observar las margaritas que tenemos a nuestros pies o para saborear la comida. Podemos elevar los ojos al firmamento y descubrir que las estrellas siguen titilando silenciosa­mente. Reducir el estrés es una cuestión mental y emocional.

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