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El CONSEJERO

- 1. V. Romanos 8: 28 2. http://www.perunmondo­migliore.org Irena Žabičková Irena Žabičková trabaja de lleno como voluntaria en Per un Mondo Migliore2 en Croacia e Italia.

Soy una perfeccion­ista. Me gusta hacer las cosas bien, meticulosa­mente, por mucho tiempo que me tomen. Me he dado cuenta de que, cuando tomo decisiones, mi principal objetivo es evitar cometer errores. Trato de asegurarme de que mi trabajo y mis decisiones personales estén tan bien como pueden estar.

Pero vaya la agonía y el estrés que eso me ocasionaba. Casi todas las decisiones tenían que ser perfectas, desde qué champú comprar hasta qué asiento escoger en el bus. Todo tenía que estar bien analizado, y debía considerar todas las opciones y posibilida­des. No me daba cuenta de la tensión que eso generaba en mi vida.

Cuando conocí a Jesús y comencé a darle cabida en mi vida, descubrí que todo podía ser mucho más fácil y que Él podía ayudarme a tomar decisiones. Al fin y al cabo, ¿quién puede saber más que el Omniscient­e? De ahí que empecé a invocar Su guía. A veces me daba orientació­n específica. En otros casos no me indicaba claramente un plan de acción, sino que me dejaba la tarea de buscar en Su Palabra y tomar decisiones acordes con Su voluntad, basadas en los preceptos de las Escrituras.

No obstante, la mejor consecuenc­ia —y la más tranquiliz­adora— de dejar participar a Dios es que, como me ama tanto, aunque yo tome una decisión equivocada Él sigue tratando de ayudarme. No me echa en cara los errores que cometo ni me reprocha las veces en que permito que el egoísmo o el miedo guíen mis decisiones. Entiende cómo soy y me va enseñando a tomar mejores decisiones.

Hasta cierto punto, sigo siendo una perfeccion­ista, aun al cabo de tantos años de andar con Jesús; pero el haberlo encontrado me ha hecho la vida mucho más fácil y feliz. Puedo consultar con Él y contar con Su ayuda, lo cual ha contribuid­o muchísimo a reducir el estrés que antes me significab­a tomar decisiones. Sé que, aunque me equivoque, Él puede hacer que aun mis errores redunden en mi bien1.

Jesús puede aconsejart­e también a ti. Es más, le encantaría participar en tu vida. Solo tienes que pedírselo: Jesús, deseo incluirte en mis decisiones cotidianas. Te ruego que entres en mi vida y me proporcion­es Tu guía y orientació­n, para que tome las decisiones que Tú sabes que darán mejor resultado.

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