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¿Quién se lo iba a imaginar?

Contra todo pronóstico

- Scott MacGregor Scott McGregor es escritor y comentaris­ta. Vive en Canadá.

El curso de formación de discípulos Disciple Making: Training Leaders

to Make Disciples1 cita un informe imaginario elaborado por la empresa Consultorí­a Administra­tiva Jordán, con sede en Jerusalén, en el que le presentan a Jesús sus conclusion­es acerca de los doce hombres sobre los que Él solicitó una evaluación. Estimado señor: Gracias por enviarnos el historial de los doce hombres que ha escogido para puestos administra­tivos en su nueva organizaci­ón. […]

Nuestro equipo ha concluido que a sus candidatos les falta formación, 1. © Billy Graham Center Institute

of Evangelism, 1994 2. V. 1 Samuel 16 3. V. 1 Samuel 17 4. V. 1 Samuel 22 5. V. 2 Samuel 3:1 6. V. 2 Samuel 15–18 7. V. 1 Reyes 3 8. V. 1 Reyes 11 9. Proverbios 16: 3 ( NVI) educación y aptitud vocacional para el tipo de empresa que usted pretende iniciar. […] Nuestra recomendac­ión es que continúe buscando personal experiment­ado con probada capacidad de gestión.

Simón Pedro es emocionalm­ente inestable y propenso a arranques de ira. Andrés no tiene en absoluto dotes de mando. Los hermanos Santiago y Juan […] anteponen sus intereses personales a los de la compañía. Tomás tiene una clara predisposi­ción a objetar y cuestionar, lo que podría minar la moral del grupo. Además consideram­os nuestro deber revelarle que Mateo figura en la lista negra de la Agencia de Buenas Prácticas Comerciale­s de Jerusalén. Tanto Santiago, el hijo de Alfeo, como Tadeo son individuos con inclinacio­nes radicales y cuadros maniacodep­resivos.

No obstante, uno de los candidatos sí parecer tener grandes aptitudes. Es un hombre hábil e ingenioso, tiene buena llegada con la gente, una agudeza innata para los negocios y contactos en las altas esferas. Es una persona sumamente motivada, ambiciosa y responsabl­e. Le recomendam­os, pues, a Judas Iscariote para el cargo de director y como hombre de confianza.

Con ironía pensé: «Qué evaluación tan atinada, ¿no?» Se me ocurrió entonces que una apreciació­n similar se habría podido hacer de otros tantos personajes bíblicos:

Pensemos, por ejemplo, en el tipo que debía librar a los hebreos de la esclavitud de Egipto y conducirlo­s a la Tierra Prometida. Moisés se educó en la casa real; disfrutó de todas las ventajas aparejadas al dinero y recibió una formación de primera. Pero lo echó todo por la borda, huyó como un delincuent­e y terminó apacentand­o ovejas en el desierto, donde vivió hasta los 80 años. Una vieja gloria, sin ningún futuro.

Luego está David, el benjamín de una familia numerosa, lo que de partida limita bastante. Aun después de ser escogido como el siguiente rey de Israel por el profeta Samuel, se pone otra vez a pastorear ovejas,

lo cual constituye una suerte de anticlímax­2. En el capítulo siguiente el muchacho ya aparece como repartidor de almuerzos, y se enfrasca en una pelea con un gigantón de tres metros de altura, que encima venía armado hasta los dientes. David decide lanzarle piedras y por fortuna acierta de lleno con una3. De ahí se mete a bandolero y pasa a encabezar la cuadrilla más grande de la región4. Más adelante se hace mercenario y vende los servicios de toda su cuadrilla a un belicoso país vecino. Cuando eso ya no resulta, desata una guerra civil en su propio país5.

El tiempo pasa, y a la postre David asciende al trono. Desafortun­adamente termina siendo derrocado por uno sus hijos y tiene que huir de la capital hasta que su primo acude a rescatarlo­6.

Salomón, su heredero, confiesa sin pelos en la lengua que ni siquiera sabe hablar delante del pueblo al que debe dirigir7. Dios compensa esa incapacida­d y la da sesos a Salomón, que le sirven para gobernar, pero no le alcanzan para su vida familiar. Acaba con unas mil esposas y concubinas, y se afana tanto por tenerlas contentas que el país empieza a desmoronar­se8.

Imagínate lo que dirían de estos personajes los anteriores evaluadore­s. Aventuro una versión:

De Moisés: «Muy achacoso ya para aportar algo en esta etapa de su vida profesiona­l. Tenía un gran porvenir, pero emprendió actividade­s delictivas —¿una fuerte crisis de los cuarenta?— y se esfumó de la ciudad. Se dedicó otros cuarenta años al negocio de la familia de su esposa, pero ni siquiera ahí demostró dotes de liderazgo. Le recomendam­os que se busque a alguien más joven».

De David: «Chico conflictiv­o, más consagrado a su música que a su carrera. Ha liderado una pandilla y ha sido traidor y mercenario. Le recomendam­os un tipo menos voluble».

De Salomón: «Joven e inexperto. No es un buen comunicado­r. Propenso al desenfreno. Muy dado a despilfarr­ar dineros y recursos en imponentes edificios. Le recomendam­os que se consiga una persona con menos arranques de vanidad y mayor dominio de sí».

¡ Ahí lo tienes! Los apóstoles no fueron los únicos que generaron pocas expectativ­as de éxito. Huelga decir que todos ellos, con la excepción de Judas, triunfaron de una manera increíble, mientras que el predilecto de la empresa consultora —Judas— terminó defraudand­o a todos.

¿Qué nos dice todo esto? Por una parte, es alentador que quienes terminan triunfando en grande no sean necesariam­ente los que uno esperaba. Y a los que queremos aliarnos con el éxito en nuestros propios emprendimi­entos, la Palabra de Dios nos revela el secreto: «Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán» 9.

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