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MI VECINO Y YO

- Rosane Pereira Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro ( Brasil) y está afiliada a La Familia Internacio­nal.

Tengo un vecino que es muy bueno para hacer todo tipo de reparacion­es en la casa. Hace un tiempo nos hizo unos trabajos, pero se lo notaba muy quejumbros­o y de mal humor. Cuando yo intentaba ayudarlo o proponía una solución, él se exasperaba y me respondía con brusquedad.

Después que terminó el trabajo fue un alivio para mí no volver a verlo por un tiempo. A pesar de todo, al llegar la Navidad lo invité a pasarla con nosotros, pues su familia vive lejos. Me sentí satisfecha de mí misma, pues me pareció que le estaba pagando su aspereza con amabilidad. En Nochebuena lo noté contento. No parecía acordarse de nuestro desencuent­ro. Sin embargo, unos días después lo volví a ver y me dijo Me enseñaste algo muy valioso.

« Ah —pensé—, se dio cuenta ». Pero en lugar de disculpars­e, añadió:

— Me enseñaste que debo valorarme más, como me valoraste tú.

Más tarde oré acerca de aquella situación, y Jesús me indicó que mi forma de proceder —mostrarme considerad­a para darle una lección a mi vecino— había estado mal. Por otra parte, me di cuenta de que, fuera cual fuera mi intención, Dios se había valido de lo ocurrido para bien. Nuestro vecino sin duda es valioso, y conviene que se sienta amado y apreciado.

He leído que en la filosofía japonesa existen dos secretos para disfrutar de la vida y mejorar las relaciones familiares o laborales.

El primero es estar agradecido por todo lo que sucede, sea bueno o malo, y concentrar­se en lo bueno, con el fin de generar gratos recuerdos incluirpar­a todaa Diosla vida. :—en la Hasta situacións­e puede alabándolo.

El segundo es que al producirse un conflicto con una persona se debe buscar en ella algo digno de elogio. Si uno sigue haciendo eso y evita criticarla, la situación comienza a mejorar día a día.

Después de aquello empecé a elogiar a mi vecino cada vez que lo veía o le volvía a pedir ayuda con algo en la casa, lo que sucedía bastante a menudo. Me puse a hacer lo mismo con todas las personas con las que entro en contacto. Asombrosam­ente, dio resultado.

Procuremos enterarnos de las dificultad­es que tienen los demás, pongámonos en su lugar antes de emitir un juicio y fijémonos en sus buenas cualidades. ¡Qué hermosa sería la vida si procuráram­os entenderno­s mejor! La bondad engendra bondad, y el amor nunca falla.

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