EL ARTE DE ESCUCHAR
Escuchar concentradamente requiere esfuerzo. Fíjate en lo que hacen las personas con las que disfrutas hablando, los buenos oyentes. Demuestran interés con su mirada, su postura y sus reacciones. Es algo indescriptible, como si estuvieran pensando: «Me gusta escucharte. Significas mucho para mí». Su calma y paciencia parecen decirte: «Tómate el tiempo que quieras. No tengo nada más importante que hacer en este momento que escuchar lo que me quieres decir ».
Escuchar es un acto que nos ayuda a cumplir la «ley de Cristo», que la Biblia resume así: « Amarás a tu prójimo como a ti mismo» 1. Al escuchar a una persona con el fin de entenderla llevamos a cabo la obra de Dios, pues le manifestamos un aspecto de Su amor.
Aprendamos de Jesús. Cuando acudimos a Él en oración para expresarle lo que nos preocupa, ¿acaso nos escucha unos instantes y enseguida nos interrumpe? En muy raras ocasiones. Siempre está a nuestra disposición, siempre está accesible y presto a escucharnos. En todo momento se muestra interesado en conocer nuestra perspectiva de las cosas. Se pone a nuestra altura. Escucha atentamente nuestras palabras, pero también está pendiente de los sollozos inaudibles de nuestro corazón. Sabemos que nos entiende.
Jesús se fija en nuestras intenciones, no en los errores que hemos cometido ni en los líos que hemos armado. Nunca es áspero, nunca nos habla en tono condenatorio. Siempre nos dispensa misericordia, esperanza y perdón. Por mucho que nos hayamos descarriado, nunca deja de amarnos.
Escuchar — escuchar de verdad— es una expresión de amor. No solo de nuestro amor, sino también del amor del Señor, un amor incondicional, eterno y perfecto en todo sentido. Si consigues que una persona vea a Jesús reflejado en ti porque le prestas oído con el mismo amor con que Él la escucharía, no te resultará difícil conquistar su corazón para Jesús.
Escuchar tiene también un importante efecto secundario: Una vez que hayas demostrado ser un buen oyente, es probable que tu interlocutor se muestre más interesado en lo que tú digas cuando te toque a ti hablar, y que lo reciba mejor. Estará menos a la defensiva, más abierto a nuevas ideas y puntos de vista, y se mostrará más comprensivo.
Escuchar es un arte que puede cultivarse. Hay que partir por tener un deseo sincero de entender a los demás, a fin de saber cómo amarlos y ayudarlos. Pídele a Jesús el don de la empatía; luego pídele que te ayude a practicarlo ayudando al prójimo y conduciéndolo con mucho amor a Su reino celestial.