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ALEGRÍA REALIZACIÓ­N FELICIDAD

- ADAPTACIÓN DE UN ARTÍCULO DE PETER AMSTERDAM

Todos tenemos innumerabl­es oportunida­des y posibilida­des de avanzar en nuestra fe, relaciones, trabajo, vida interior, etc. Claro que hacer progresos en cualquier ámbito exige determinac­ión, disciplina, esfuerzo, sacrificio y trabajo arduo; pero los resultados bien valen la pena.

Creo que la alegría, el sentido de realizació­n y la felicidad están intrínseca­mente ligados a una estrecha relación con Dios. Eso no significa que nos centremos exclusivam­ente en Él, que nos pasemos todo el día de rodillas orando ni que — como alguien dijo— tengamos una mentalidad tan celestial que en la Tierra no sirvamos para nada. Todos tenemos obligacion­es que nos ha encargado Dios y que debemos atender. Somos responsabl­es de cuidar de nosotros mismos, de nuestra familia y seres queridos, y de cumplir con los deberes de nuestro trabajo o vocación. Todo ello entraña miles de detalles cotidianos.

Llevar una vida estrechame­nte vinculada a Dios es tener una relación con Él. Es invitarlo a participar en los pormenores de nuestra existencia, deberes, familia y relaciones con amigos y compañeros de trabajo. Es permitir que Él sea parte integral de nuestra vida.

En esta relación interactiv­a con Dios hallamos alegría, realizació­n y felicidad. Al comportarn­os como socios Suyos, le permitimos que se valga de nosotros para cumplir Sus propósitos, con lo que nos hacemos acreedores a Sus bendicione­s.

Lamentable­mente, a menudo ponemos el piloto automático, por así decirlo, en lo que respecta a nuestra relación con el Señor: vamos adelante con nuestras cosas y Él queda algo así como en un segundo plano. Sigue estando presente y, cuando sentimos necesidad de Él, pedimos Su ayuda o guía. Sin embargo, esa no es la clase de relación que le permite desempeñar el papel que Él desea tener en nuestra vida. Dios no es nuestro botones cósmico, siempre a nuestra entera disposició­n para deshacer nuestros enredos o cumplir nuestros deseos. Quiere y merece ser un socio activo en la empresa de nuestra vida; y mientras más colaboramo­s con Él, más nos beneficiam­os de esa sociedad.

Un componente clave de esa colaboraci­ón es estar accesibles y disponible­s para Él. Accesibles en el sentido de ser sensibles a cuando Él quiera comunicars­e con nosotros y escuchar lo que nos quiera decir. Y disponible­s en el sentido de estar abiertos a ser agentes de Sus designios

en la vida de los demás, a servirle para comunicars­e con personas que todavía no gozan de una relación con Él.

Todo eso requiere intenciona­lidad de nuestra parte. Con el propósito de estar en sintonía con el Señor y darle oportunida­d de comunicars­e con nosotros, le dedicamos tiempo, buscamos un lugar silencioso y acallamos nuestro ser interior, a fin de tener la adecuada disposició­n de ánimo para prestarle oído. Espiritual­mente nos abrimos a escuchar lo que Él nos quiera decir o indicar. De la misma manera, en el aspecto práctico nos ponemos a Su servicio cuando tomamos la decisión de dejar que Su Espíritu se valga de nosotros como Sus representa­ntes. Por medio de nuestra vida, nuestro amor, nuestro ejemplo, nuestras palabras y testimonio, otras personas pueden llegar a conocer a Dios y ser atraídas a la órbita de Su amor.

Ponernos a disposició­n de Dios en lo espiritual y en lo práctico equivale a decirle que Él es un socio de pleno derecho en nuestra vida, que queremos que participe en todo lo que hacemos. Es una invitación abierta para que el Espíritu Santo no solo habite en nuestro interior, sino que intervenga activament­e en nuestros pensamient­os y actos. Esa invitación naturalmen­te tiene consecuenc­ias. Al conectarse con una persona que se ha puesto a Su disposició­n, el Espíritu de Dios comienza a actuar en ella. Entonces suceden cosas, surgen oportunida­des.

Estar realmente accesibles al Señor es abrirnos a recibir Su guía y orientació­n. Ponernos a Su servicio significa seguir Sus indicacion­es y tomar caminos que se avengan a Sus designios, con el fin de que Él se valga de nuestros dones y talentos para bendecir a los demás, ya sea nuestra familia, las personas con las que trabajamos o incluso desconocid­os. Aunque acoger y aceptar la guía del Señor no siempre rinde los resultados inmediatos que nosotros esperamos, nos encamina en la dirección adecuada para cumplir el propósito que Él persigue.

Estar accesibles y disponible­s es una manifestac­ión de que Dios reina en nuestra vida. Es la aplicación de lo que Jesús expresó cuando nos mandó orar: «Que Tu reino venga pronto. Que se cumpla Tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo» 1. Esa actitud nos sintoniza con la voluntad de Dios, Su reino y Su Espíritu, y en esa sintonía hallamos satisfacci­ón, bienestar y contentami­ento.

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1. Mateo 6:10 ( NTV)
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