COMUNICACIÓN CON DIOS
«Dios encuentra formas de comunicarse con quienes de veras lo buscan — escribe Philip Yancey, autor de obras cristianas—, sobre todo cuando bajamos el volumen de las interferencias del entorno». Cerca de 300 años antes, Isaac Newton hizo el mismo descubrimiento, que explicó de la siguiente manera: «Tomo mi telescopio y observo en el espacio cuerpos celestes que se encuentran a millones de millas de distancia. Pero también puedo dejar a un lado mi telescopio, retirarme a mi alcoba y, en oración ferviente, acercarme más a Dios y al Cielo que si contara con todos los telescopios […] que hay en la Tierra ».
Unas palabras de Virginia Brandt Berg llevan aún más lejos este concepto: «Cuando te desentiendes de las cosas temporales que te distraen y te hostigan y, en presencia de Dios, te concentras en lo celestial, en Su majestad y Su gloria, empieza a obrar en ti Su poder transformador ».
Eso explica quién nos transforma, cuándo, por qué y cómo; pero no en qué nos transformamos. Eso es lo mejor de todo. El apóstol Pablo se encarga de aclararlo: «Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
Creemos en un Dios que crea libremente el mundo y lo ordena y hermosea para que las mentes humanas reconozcan en lo que Él ha hecho las señales de Su poder, Su gracia y Su encanto. Creemos en un Dios que desea darse a conocer, ya que ha dispuesto que los seres humanos hallen paz y alegría mediante Su conocimiento. Creemos en un Dios que no solo pone señales de Su poder en la creación, sino que nos comunica la voluntad y el propósito que tiene para nosotros: nos muestra qué clase de vida debemos llevar para estar en paz con Él, una vida de justicia y veracidad, de misericordia y dominio propio. Rowan Williams (n. 1950)
del Señor, somos transformados a Su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» 1.
Ahora bien, si la reflexión silenciosa puede producir tales resultados, ¿por qué no la practicamos con más asiduidad? Las más de las veces se debe a las «interferencias del entorno». Nos distraemos con nuestras obligaciones y actividades habituales, el ajetreo que nos rodea, la permanente riada de información que nos inunda, el mundo del espectáculo y, por supuesto, nuestros propios pensamientos. Además, acceder a la presencia de Dios demanda un esfuerzo, particularmente cuando no nos hemos hecho el hábito.
¿Cómo se adquiere el hábito? Hay que tener suficiente motivación y practicarlo regularmente. Y ¿qué mejor día para empezar que hoy?