Mis listas y Dios
Toda mi vida me he preocupado de ser productivo. Me enorgullecía de saber qué hacer, de tener una lista priorizada de tareas pendientes, con las más importantes marcadas con resaltador, señaladas con un círculo o escritas en letra grande. Me movía con celeridad por la ciudad, deteniéndome aquí y allá para resolver y borrar de la lista algunos asuntos menores sin perder de vista los prioritarios.
Hace unos años incluso ideé una tarjetita para planificar mis actividades diarias, impresa en cartulina gruesa y de pequeño tamaño para que me quepa en el bolsillo de la camisa. Cada día me preparo una, y la llevo siempre conmigo. En los últimos años he empleado esas tarjetitas en los seminarios que doy sobre gestión del tiempo.
Pasaba gran parte de mis ratos de comunión con Dios con lápiz y agenda en mano, para anotar la multitud de cosas que debía hacer. Por lo general, al terminar esos ratos de comunión ya tenía mi plan del día con todos los asuntos debidamente ordenados. Me consumía la impaciencia, estaba listo para entrar en acción. La elaboración de ese plan me consumía una buena parte del tiempo que pasaba a solas con Dios.
Hace poco, sin embargo, algo cortocircuitó todo mi modus operandi. Me vi por largo tiempo en una situación en la que me resultaba humanamente imposible atender a todo lo que había que hacer. Mis listas de tareas pendientes eran largas en exceso y contenían demasiadas variables. Había un cúmulo de asuntos de máxima importancia y demasiado estrés en mi vida. Para colmo, físicamente andaba agotado.
La verdad es que mi situación se volvió tan agobiante que ni podía pensar en prepararme una lista. No quería sino estar cerca de Dios. Sabía que solo Él podía saciar mi alma y calmar la furiosa tempestad. En ese momento experimenté lo que Jesús describe en Juan 15: «Yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en Mí y Yo en ellos producirán mucho fruto, porque separados de Mí, no pueden hacer nada » 1.
Por primera vez caí en la cuenta de que a Jesús no le interesa mi lista de tareas; ni siquiera le interesa que le permita que me la prepare. Quiere más bien que permanezca en Él y me nutra de Su Palabra.
Aún me preparo y uso listas, pero no con la intensidad de antes. Ya no tiene para mí máxima importancia. Lo que más me importa es hacer contacto con Jesús. Suele ser en esos momentos cuando mi alma escucha Sus casi imperceptibles susurros, generalmente sobre asuntos importantes para Él. Si tengo la cabeza y el espíritu abarrotados de mis propios pensamientos, es posible que no oiga esos susurros y que me pierda algo fundamental que tiene Dios en Su lista.