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DOS VIDAS EJEMPLARES

- Rosane Pereira Rosane Pereira es profesora de inglés y escritora. Vive en Río de Janeiro ( Brasil) y está afiliada a La Familia Internacio­nal.

Mi abuela Sabina fue una santa que tuve el privilegio de conocer personalme­nte. No tenía partida de nacimiento, pero fue al colegio el tiempo necesario para aprender a leer bien. Leía la Biblia todos los días, y nunca se perdía la misa del domingo. Si bien era afable y bondadosa, jamás dejaba pasar la ocasión de enseñarnos algo formativo, como una vez en que mi hermana, mis primas y yo robamos unas frutas de los vecinos. Le bastó con mirarnos cuando llegamos a casa para saber que habíamos hecho alguna travesura. Después que reconocimo­s nuestra fechoría, nos mandó regresar a pedir disculpas.

Era la única persona a quien tenía que pedir su bendición y besarle la mano según las antiguas costumbres; y cada vez que me decía: «¡Dios te bendiga, mijita!», aquellas palabras me parecían mágicas. Era menuda y frágil, mas sus 8 hijos y 14 nietos la querían y admiraban. Mi padre me contó que estuvo su vida entera dedicada a su familia y que nunca la oyó quejarse. Fue una gran mujer que influyó a su manera en muchas personas, entre ellas yo.

Me recuerda a otra gran personita: la madre Teresa de Calcuta. Hace poco vi el documental biográfico Cartas de la Madre Teresa, que narra los humildes inicios de su labor entre los pobres y la historia de algunas de sus alumnas de enseñanza secundaria, procedente­s de familias acomodadas, que decidieron consagrar su vida a Jesús a raíz del ejemplo que ella les dio. También refiere sus sufrimient­os y hasta habla de sus críticos que se empeñaban en detener su buena obra.

Su ejemplo de amor perdurará para siempre y seguirá influyendo en muchas personas durante generacion­es. Aunque — a diferencia de mi abuela— no tuvo hijos, entregó su vida por los hijos de Dios. Su consigna era: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de Mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por Mí» 1. Ella veía a Jesús en cada persona a la que ayudaba. Servir a los demás era su forma de agradecerl­e a Jesús lo que Él había hecho por ella con Sus enseñanzas y Su muerte en la cruz.

¿Por qué no hay más madres teresas? Supongo que la mayoría no entendemos tan bien como ella la intensidad con que ama Dios a la humanidad. Es algo que yo todavía estoy descubrien­do. Me viene a la memoria un antiguo himno: «Como el mar es de ancho, cálido como el sol, hondo como el océano, el amor del Salvador » 2.

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