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MI BEETHOVEN INOLVIDABL­E

- Anna Perlini Anna Perlini es cofundador­a de Per un Mondo Migliore2, organizaci­ón humanitari­a activa en los Balcanes desde 1995.

Cuando mi padre me hizo escuchar por primera vez la Sinfonía n.º 6 de Beethoven1 — algo que repitió muchas veces— sin duda su intención era contagiarm­e su entusiasmo por la música clásica.

Si bien yo era pequeña en aquella época, guardo un vivo recuerdo de esa pieza. La música empezaba suavemente, como si describier­a una escena pastoril, mientras yo jugaba feliz a los pies de mi padre. Aparecía luego una nubecita que me producía cierta inquietud y me hacía arrimarme más a él. Al rato retumbaba un trueno y había rayos, y la música seguía in crescendo hasta que la tormenta cobraba tal fuerza y magnitud que daba miedo. Yo me lanzaba a los brazos de mi padre, y él me reconforta­ba en voz baja: 1. Escúchala en línea aquí: https://www.

youtube.com/watc h?v=LHmWoAj4al­0. 2. http://www.perunmondo­migliore.org/

— No te preocupes, hija. La tormenta amainará. ¿No ves? Ya se está calmando. La música está cambiando.

Cada tanto la volvíamos a escuchar. Con el tiempo era yo la que le pedía que la pusiera. Cuando la melodía recobraba su tono apacible luego del clímax, cuando volvían la calma y el sosiego después de la tormenta, nos reíamos juntos.

Muchos años han pasado desde entonces. La niñita creció, y la Sexta de Beethoven quedó en el olvido, desplazada por muchas otras bandas sonoras.

Con el tiempo, sin embargo, llegaron las verdaderas tormentas. Durante un período particular­mente angustioso, alguien me dio un CD de esa sinfonía, y reviví todas las sensacione­s de mi infancia. Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando caí en la cuenta de que mi padre en todo momento sabía lo que me depararía la vida: días apacibles seguidos de otros tempestuos­os que nuevamente derivarían en períodos de tranquilid­ad. Como si hubiera querido prepararme de antemano.

Los brazos de mi Padre celestial siempre han estado presentes para reconforta­rme y sosegarme, aun cuando dejé de contar con la compañía de mi padre terrenal. Me han ayudado a resistir y a no perder la esperanza cuando a mi alrededor reinan el caos y la agitación, porque a la postre toda tormenta cede, la calma se restablece, y con frecuencia todo queda más hermoso y radiante que antes.

Hasta el día de hoy, cada vez que oigo esa composició­n derramo algunas lágrimas. Francament­e no me puedo contener. Es el tema musical de mi vida.

Hay un solo fundamento seguro: una relación profunda y genuina con Jesucristo, la cual nos sostiene en toda turbulenci­a. Cualesquie­ra que sean las tormentas que arrecien a nuestro alrededor, si nos apoyamos en Su amor nos mantendrem­os firmes. Charles Stanley (n. 1932)

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