Anticiparse a los PROBLEMAS
La mayoría andamos muy ocupados. Por lo general tenemos más cosas en que pensar y que atender de las que en realidad caben en un día. Todos queremos tener nuestras cosas al día; pero al menos en mi caso, a veces se me hace cuesta arriba priorizar debidamente las muchas cosas que quiero y necesito hacer. Suele pasar que me falta tiempo en el día para hacer todo lo que me gustaría.
No es que tenga demasiado que hacer; la cuestión es más bien que debo trabajar con más eficiencia y rendir más. De lo contrario estoy siempre resolviendo problemas y luchando por ponerme al día sin descubrir la gran satisfacción de vivir en sincronía con Jesús. Estoy segura de que cada uno tiene que lidiar con su propia mochila de obligaciones, retos grandes y pequeños y un flujo interminable de cosas que tiene que hacer, las cuales fácilmente adquieren proporciones estresantes si no se manejan bien.
Yo antes con excesiva frecuencia caía en un círculo vicioso y me iba hundiendo gradualmente en un mar de dificultades y complicaciones inesperadas o imprevistas de la vida y del trabajo. Cuando empezaban a acumularse las cosas, automáticamente desatendía lo menos urgente, porque en el momento no se veía tan importante como los asuntos apremiantes. Sin embargo, en un dos por tres me encontraba con que uno de esos problemas que antes era pequeño y que yo había dejado de lado había crecido y se había convertido en algo mucho mayor que exigía mi tiempo y atención. Me ponía entonces a tratar de arreglar ese asunto, que a esas alturas ya era un problema gordo y generalmente había hecho algo de daño o causado más complicaciones que también sería necesario arreglar y me quitarían todavía más tiempo. Y seguía repitiendo el mismo error de descuidar todos los asuntos pequeños que, por supuesto, iban presentándose.
Es un dilema que parece afectar a muchas personas ocupadas. Esa tendencia a priorizar exclusivamente los asuntos que han cobrado importantes dimensiones en lugar de encararlos cuando todavía son pequeños parece ser lo más lógico en el momento; pero no tiene por qué ser así. No tenemos que pasarnos la vida afanados por vencer las dificultades que surgen, reparando daños y frecuentemente abrumados por la interminable espiral de nuestra deuda de problemas.
Últimamente procuro prestar más atención a los asuntos cuando todavía son pequeños y fáciles de atender. He ido modificando mi método de trabajo y mi ética de vida. En vez de andar siempre arreglando averías o apagando incendios, ahora procuro ser más previsora y anticiparme a los problemas.
El cambio no ha estado restringido a un solo aspecto. Ha sido preciso un cambio de actitud, en mi modo de ver todo lo que me sucede. Tengo que hacer un esfuerzo deliberado por reconocer los problemas en el momento en que surgen y actuar en consecuencia, o mejor todavía, por prever las dificultades que pueden presentarse y estar lista para cortarlas de raíz tan pronto como empiezan a manifestarse.
A veces los problemas urgentes se deben a nuestra falta de autodisciplina. Antes con frecuencia me costaba interrumpir un trabajo interesante que estaba haciendo para empezar otra actividad que tenía programada. Me concentraba tanto en una cosa que relegaba las demás que tenía que hacer ese día. Terminaba muy acelerada tratando de despachar todo lo demás que tenía pendiente, y eso me sometía a presión y me estresaba. A su vez, esa presión a menudo me llevaba a cometer errores cuya corrección exigía todavía más tiempo.
Me di cuenta de que necesitaba recordatorios para alterar esa costumbre. Después de orar al respecto me vino la idea de poner una alarma que me avise cuando sea el momento de pasar a otra cosa. Una solución de lo más sencilla. ¿Por qué no se me ocurrió antes? Es curioso que haya cositas que tenemos justo delante de nosotros y que no vemos hasta que nos decidimos en serio a cambiar y oramos para determinar qué hacer.
Aprovechar el tiempo lo mejor posible no significa andar muy ocupados. Debemos llevar una vida equilibrada, con períodos en que nos concentramos en el trabajo y otros para relajarnos y no pensar en las preocupaciones cotidianas. Por ejemplo, me había acostumbrado a seguir trabajando por las noches hasta poco antes de acostarme, hasta que me di cuenta de que no estaba utilizando el tiempo de manera eficiente. Esas horas de trabajo hasta bien entrada la noche no eran muy productivas, a pesar de exigir la misma cantidad de esfuerzo.
Necesitaba dedicar tiempo a relajarme para evitar tener que resolver el problema de mi falta de sueño. Trabajaba hasta casi la hora
de dormir, y eso me dejaba la cabeza tan llena de diversos asuntos que aun cuando por fin paraba tardaba una o dos horas en conciliar el sueño. En cambio, al reservar por las noches un espacio de tiempo para relajarme han mejorado varios aspectos de mi salud que habían empeorado por la falta de sueño.
Para disfrutar de un sueño de calidad que contribuya a nuestra salud corporal, mental y espiritual es fundamental que dispongamos de un rato para relajarnos antes de acostarnos. Pasar asuntos del trabajo a las horas que son para dormir, aunque solo sea mentalmente, deriva en un sueño tenso y poco reparador, que puede resultar perjudicial en vez de reconstructivo y fortificante.
Este principio de anticiparnos a los problemas grandes y pequeños es importante en todos los aspectos de nuestra vida, porque afecta todo, desde nuestra productividad y economía hasta nuestra seguridad, bienestar, salud y paz interior.
Leí un buen artículo1 que indica que los problemitas pueden tornarse enormes si no nos hacemos cargo de ellos. Trata de un matrimonio que reconocía la importancia de pasar un rato provechoso en familia con sus hijos a la hora de la cena, aunque habitualmente no lograba hacerlo. Los dos se veían abrumados tratando de resolver un montón de complicaciones que se iban acumulando desde el inicio de la jornada, hasta que el trabajo atrasado prácticamente les imposibilitaba llegar a casa a tiempo para cenar juntos. Sabían que esos ratos con sus hijos eran valiosas oportunidades que nunca podrían recuperar.
La solución consistió en descubrir la raíz del problema a fin de prevenirlo. Curiosamente, fue algo que nunca se les había ocurrido. Una pequeña falta de previsión desencadenaba una reacción en cadena a lo largo del día que los dejaba desbordados y bregando por ponerse al corriente. No obstante, después que dedicaron el tiempo suficiente a identificar la raíz del problema, solo tuvieron que tomar unas cuantas medidas sencillas para prevenirlo. y así lograron su meta de satisfacer esa necesidad de su familia.
Se podrían citar muchos ejemplos más. Me imagino que tú también recordarás alguna experiencia parecida que te haya ocurrido. Introduciendo en nuestra vida algunos nuevos hábitos y haciendo ciertos ajustes podemos volverla mucho más productiva y eficiente, a la vez que menos estresante. Te propongo que examines la vida que llevas y que elabores una lista de los aspectos en que podrías tomar las riendas de la situación. Puedes mejorar mucho tu calidad de vida y librarte del estrés y la frustración de andar siempre atendiendo problemas.