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LA CANCIÓN DE DESPEDIDA

- Elsa Sichrovsky Elsa Sichrovsky es escritora independie­nte. Vive con su familia en Taiwán.

No hace mucho trabajé de recepcioni­sta en un museo. Todos los días, unos cinco minutos antes de la hora de cierre, el sistema de sonido reproducía una canción lenta y romántica por los parlantes. Era la señal de que los empleados debíamos juntar nuestras cosas, apagar las luces y pantallas, cerrar los espacios de exhibición y emprender camino a casa. El estribillo de la canción incluía una frase en inglés: « Let go, let go, it’s time to say goodbye» (déjalo, déjalo, es hora de decir adiós).

La apodé la canción de despedida, porque me avisaba que era hora de despedirme de mi trabajo, de los colegas que me caían bien y de los que no me despertaba­n muchas simpatías, de los visitantes que se habían mostrado agradecido­s conmigo y de los que no. Al salir del museo con el eco de esa frase todavía en los oídos me resultaba fácil distenderm­e, sonreír y dedicarme a lo que fuera a hacer el resto de la tarde.

Cuando llegó el momento de renunciar a mi empleo en el museo para desempeñar­me en un campo totalmente diferente, me costó mucho dejar atrás aquel trabajo que me encantaba y en el que había invertido tanto tiempo y energías. No me atraía la idea de abandonar mi rutina y sumergirme en aguas desconocid­as, en un nuevo entorno, con nuevos colegas y nuevas exigencias.

El último día de trabajo en el museo me entró cierta nostalgia cuando oí la canción de despedida. Aquella melodía que me había infundido paz y serenidad cuando estaba decaída avivó entonces mi herida interior, y mentalment­e la añadí a la lista de cosas que echaría de menos de mi lugar de trabajo. Aunque sabía que en mi nuevo empleo disfrutarí­a de un mejor ambiente laboral y mayores oportunida­des de desarrolla­rme y progresar, en ese momento eso no fue ningún consuelo. Lo único que pensaba era cuánto detestaba decir adiós.

Cuando regresaba a casa se me ocurrió que, así como aquella canción de despedida me había ayudado infinidad de veces a dejar atrás mi trabajo al final de la jornada laboral, su tono tranquilo y delicado podía ayudarme a sentirme agradecida por las experienci­as vividas allí y a encarar el futuro con valentía. Dios me estaba abriendo camino por un terreno agreste e inexplorad­o, y si lo seguía con confianza se encargaría de que me sucedieran cosas buenas.

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