LOS CAMBIOS Y LAS PODAS
Por fin aparecieron los podadores. Los había estado esperando ansiosamente. Aunque tenía ganas de que me podaran los árboles, me daba pánico pensar que lo pudieran hacer mal. Sabía desde hace tiempo que había que hacer una buena poda; pero a una parte de mí le encanta lo silvestre y agreste, y esperé demasiado para llamarlos.
Llegaron esta mañana. Me tuve que contener para no salir constantemente a decirles cómo debían hacer su tarea. He visto a otros podadores. Sé lo feos que se ven los árboles mutilados, cuando les han amputado las ramas principales con una motosierra, dejando poco más que un tronco angular que demora años en recobrar su belleza.
En cambio en esta ocasión, cada vez que echaba un vistazo por la ventana me vi gratamente sorprendida. Observé cómo podaban las ramas pequeñas que había por el contorno del árbol. Luego desmocharon con la motosierra un par de ramas grandes, solo las que ya no se veían sanas. Trabajaron toda la mañana en un solo árbol, como hábiles cirujanos, extirpando el cáncer que le estaba robando fuerzas.
Así es en cierto sentido la poda del corazón. Nos aterra admitir nuestras faltas, reconocer que a veces tienen que producirse cambios profundos. Hace falta valor para serrar las ramas de nuestros vicios y malos hábitos. Hay que tener fe para pedirle a Dios que cercene las cosas de las que nos conviene desembarazarnos porque afectan nuestro crecimiento, nuestra salud espiritual y felicidad. Se trata de un proceso doloroso. Oír —metafóricamente— el agudo zumbido de la motosierra me angustia.
Precisamente en los momentos de vulnerabilidad, en que admitimos sinceramente nuestras debilidades, tenemos que controlarnos para no empezar a cortar a tajos todo lo que constituye nuestra persona, eliminando y destruyendo con excesivo celo hasta las partes que están saludables y hermosas.
Ahí es cuando necesitamos las delicadas manos del cirujano, cuidadoso de no lastimar las partes sanas del organismo que está operando. Necesitamos podadores armados de paciencia como los que contraté hoy, que van despacio y solo cortan las ramas excesivamente largas o ya muertas que representan un peligro, y dejan las ramas grandes y hermosas que darán sombra en verano. Una poda realizada con tranquilidad y esmero le permite al árbol revivir en primavera, fortalecido en su individualidad, más hermoso y vibrante que nunca.