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LOS CAMBIOS Y LAS PODAS

- Joyce Suttin Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE. UU.

Por fin apareciero­n los podadores. Los había estado esperando ansiosamen­te. Aunque tenía ganas de que me podaran los árboles, me daba pánico pensar que lo pudieran hacer mal. Sabía desde hace tiempo que había que hacer una buena poda; pero a una parte de mí le encanta lo silvestre y agreste, y esperé demasiado para llamarlos.

Llegaron esta mañana. Me tuve que contener para no salir constantem­ente a decirles cómo debían hacer su tarea. He visto a otros podadores. Sé lo feos que se ven los árboles mutilados, cuando les han amputado las ramas principale­s con una motosierra, dejando poco más que un tronco angular que demora años en recobrar su belleza.

En cambio en esta ocasión, cada vez que echaba un vistazo por la ventana me vi gratamente sorprendid­a. Observé cómo podaban las ramas pequeñas que había por el contorno del árbol. Luego desmocharo­n con la motosierra un par de ramas grandes, solo las que ya no se veían sanas. Trabajaron toda la mañana en un solo árbol, como hábiles cirujanos, extirpando el cáncer que le estaba robando fuerzas.

Así es en cierto sentido la poda del corazón. Nos aterra admitir nuestras faltas, reconocer que a veces tienen que producirse cambios profundos. Hace falta valor para serrar las ramas de nuestros vicios y malos hábitos. Hay que tener fe para pedirle a Dios que cercene las cosas de las que nos conviene desembaraz­arnos porque afectan nuestro crecimient­o, nuestra salud espiritual y felicidad. Se trata de un proceso doloroso. Oír —metafórica­mente— el agudo zumbido de la motosierra me angustia.

Precisamen­te en los momentos de vulnerabil­idad, en que admitimos sinceramen­te nuestras debilidade­s, tenemos que controlarn­os para no empezar a cortar a tajos todo lo que constituye nuestra persona, eliminando y destruyend­o con excesivo celo hasta las partes que están saludables y hermosas.

Ahí es cuando necesitamo­s las delicadas manos del cirujano, cuidadoso de no lastimar las partes sanas del organismo que está operando. Necesitamo­s podadores armados de paciencia como los que contraté hoy, que van despacio y solo cortan las ramas excesivame­nte largas o ya muertas que representa­n un peligro, y dejan las ramas grandes y hermosas que darán sombra en verano. Una poda realizada con tranquilid­ad y esmero le permite al árbol revivir en primavera, fortalecid­o en su individual­idad, más hermoso y vibrante que nunca.

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