ACOGER LOS CAMBIOS CON ABRAZO DE OSO
Un amigo mío me dio ese consejo fraterno para animarme a aceptar de buen grado un gran cambio en mi vida. Mi mujer y yo llevábamos unos siete años en Oriente Medio. Había sido un capítulo estupendo de nuestra vida. No obstante, veíamos que las funciones que habíamos desempeñado se iban reduciendo, llevándonos a un estado de semijubilación. A lo largo de los años habíamos echado raíces y, al igual que una planta que se hace demasiado grande para su maceta, sentíamos que nos estábamos quedando sin buena tierra que nos permitiera seguir creciendo. A los dos nos pareció que podía ser un buen momento para un trasplante a una maceta mayor, un nuevo lugar con nuevos retos.
Como suele suceder, cuando se cierra una puerta se abre otra. En mi caso recibí una invitación para trabajar en Bombay, India. Ya había visitado la ciudad y sabía los obstáculos de orden físico con que me encontraría y también lo gratificante que podía ser semejante aventura. Pero no estaba seguro de que los beneficios fueran a compensar las dificultades iniciales de adaptación.
Pensé en lo que me había dicho mi amigo sobre acoger los cambios con abrazo de oso. Si hubiera un animal para simbolizarlos, yo creo que tendría que ser un oso. Los osos y los cambios tienen algo en común: pocas personas los invitan a su casa. En algunos casos, un cambio de actividad o de costumbres puede resultar tan beneficioso como unas buenas vacaciones, aunque estas también pueden representar mucho trabajo. Leí en alguna parte que «todo el mundo está a favor del progreso. Lo que no nos gusta es cambiar. La paradoja a la que nos enfrentamos es que detestamos hacer cambios y al mismo tiempo los ansiamos. Lo que queremos en realidad es que todo siga igual, pero mejor ». Desde luego, así es en mi caso.
A veces viene bien imaginarnos nuestra vida si cierto cambio no se produjera. La alternativa —mantener todo igual— puede ser igual de aterradora. Como esas ciudades salpicadas todavía de cabinas telefónicas, fantasmales recordatorios de un otrora floreciente sistema de comunicación que ha sido sustituido completamente por los celulares. Se erigen como testimonios mudos del viejo adagio: «Cambiar o morir » 1.
¿Dimos al fin un abrazo de oso a aquel cambio y aceptamos el trabajo en la India? Sí, y eso dio comienzo a una etapa maravillosamente grata y emocionante de nuestra vida.