LA PRÁCTICA DE LA EMPATÍA
En una entrevista que vi el domingo pasado le preguntaron al invitado:
— Actualmente, ¿cuál es la mayor necesidad que hay en el mundo? Sin vacilar respondió: —Empatía. El mundo necesita más empatía.
Yo probablemente habría respondido, sin pensarlo, que el mundo necesita más amor. Pero me gustó su respuesta. Fue mucho más explícito decir que el mundo necesita más empatía.
Empatizar es ponerse en el pellejo de otra persona. Es darle el beneficio de la duda. Es entender que cada uno tiene su historia. La empatía nos hace escuchar más y aconsejar menos. Nos lleva a hacer un esfuerzo por entender y no juzgar.
Luego me vino a la memoria Judy, una amiga. La primera vez que la vi en el barrio traté de ser amigable con ella. Casi ni me responde ni me habla. Luego de meses de intentar relacionarme con ella, por fin un día me habló y me explicó que tenía graves problemas de espalda y que al caminar sentía tanto dolor que casi no podía hablar. Se operó y se ha recuperado. Ahora somos buenas amigas. Con lo que pasó con ella aprendí a no juzgar a los demás. En muchos casos no podemos ni imaginarnos lo que les pasa. Judy me enseñó a tener empatía.
En el mundo de hoy, en el que las personas son rápidas para comentar y juzgar situaciones que aparecen de pronto en la pantalla de su computadora, necesitamos más empatía. Siendo tan común censurar, intimidar y hablar mal de la gente a la que no nos molestamos en entender, necesitamos más empatía. Cuando permitimos que el temor erija muros entre nosotros, necesitamos más empatía. Si queremos que Jesús ejerza mayor control sobre nuestra vida y nuestros pensamientos, necesitamos más empatía.