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SABER VENDER

- Marie Alvero Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU.

Hoy fui a la tienda minorista Costco a devolver una aspiradora que compré y estaba defectuosa. Concretada la devolución, como necesitába­mos otra aspiradora, nos dirigimos a un pasillo que ofrecía varias marcas y modelos. Justo se dio que una representa­nte de ventas de una de las marcas se encontraba allí exhibiendo sus productos.

La mujer era una excelente vendedora. Vestía una blusa que tenía bordado el logotipo de la empresa, y nos comentó que ella misma tenía una aspiradora de esa marca en su casa. Aunque esas aspiradora­s cuestan el doble que las demás, habló con tanta pasión de su valor y buen funcionami­ento que no tardó en convencerm­e de que la comprara, y encima de que era una verdadera ganga. Conocía su producto y lo anunciaba con orgullo, tanto así que uno terminaba creyendo que también lo necesitaba.

Después de pagar una suma mayor de la esperada por aquella aspiradora indispensa­ble, mientras pensaba en lo difícil que es conseguir que yo pague de más por un artículo, me pregunté si yo misma sería capaz de vender algo con ese mismo poder de convencimi­ento. Concretame­nte, ¿vendo a Jesús con ese mismo entusiasmo? Cuando alguien me mira, ¿se da cuenta de que lo represento? ¿Demuestro tanta pasión por el producto que convenzo a los demás de que lo necesitan, por mucho que les cueste?

No eran preguntas fáciles. Creo que en última instancia el objetivo de los que somos seguidores de Jesús es que otras personas se sientan atraídas a Él luego de ver la forma en que vivimos y oírnos hablar. Y si no damos la talla, creo que hay una sola solución: conocer mejor el producto.

Llegué a la conclusión de que si no me muestro apasionada por Jesús tal vez sea porque no lo conozco bien. Si no logro que los demás quieran darle más cabida en su vida, probableme­nte se debe a que no hay suficiente espacio para Él en la mía. Si nuestra esperanza es atraer a los demás a Cristo, es preciso que estrechemo­s nuestra relación con Él nosotros mismos. Como sucede con cualquier producto excepciona­l, el resultado habla por sí solo.

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