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- William McGrath William McGrath es escritor y fotógrafo independie­nte. Vive en el sur de México y está afiliado a La Familia Internacio­nal.

El gran escritor inglés Gilbert Keith Chesterton escribió una serie de relatos sobre un párroco, el padre Brown, con gran habilidad para resolver crímenes. El humilde cura investigab­a casos penales, pero procurando siempre comprender a los culpables y compadecer­se de ellos.

En cierto episodio, el padre Brown da algunos consejos a un culpable de homicidio que ha subido a la torre de la iglesia. Le dice: «¿Sabe? Es peligroso para los seres humanos subir a sitios tan altos. Hasta rezar a esas alturas es arriesgado. Las personas buenas que se toman la libertad de formarse una opinión muy elevada de sí mismas comienzan a mirar a los demás por encima del hombro y a criticarlo­s. Al poco tiempo se habitúan a humillar a la gente verbalment­e y hasta puede que consideren aceptable cometer actos criminales de violencia. En cambio, la humildad es madre de los gigantes. Desde el valle, que es donde le correspond­e a uno estar, se aprecian muy bien las eminencias» 1. Después de eso, el padre Brown le comenta al hombre que mantendrá en reserva lo que sabe de él, pero le pide que tome el camino del arrepentim­iento sincero y se entregue.

En la serie se describe al padre Brown como alguien que trata de sacar el mayor provecho de su humilde condición en la vida, contentánd­ose con prestar un servicio a los demás. No tiene automóvil, pero suele desplazars­e sonriente en bicicleta. Si alguien lo insulta, no se deja afectar por el improperio. Por lo general responde con un simple elogio para la otra persona o señalando algo por lo que ambos pueden estar agradecido­s. Simplement­e sigue adelante, decidido a cumplir lo que considera que es su deber cotidiano.

Agudiza su perspicaci­a para resolver casos delictuale­s con su pasatiempo preferido: la lectura de novelas de crimen y misterio. Algunos intentan persuadirl­o de que se ciña estrictame­nte a las

actividade­s tradiciona­les de un párroco. Si bien se ocupa de esas, en el fondo sabe que también está hecho para meterse en asuntos serios de criminalís­tica. Su interés llega a ser parte de su vocación — su nicho, si se quiere— y le permite enderezar algunos de los entuertos que ve a su alrededor. Además reza para que situacione­s injustas salgan a la luz. Al inspector de policía del sector le disgusta la intromisió­n del cura en sus investigac­iones. No obstante, aunque el padre Brown se abstiene de atribuirse mérito alguno por los misterios que resuelve, una y otra vez resulta ser indispensa­ble.

Dios dispuso que cada uno de nosotros ocupara cierto lugar y cumpliera un propósito particular. Tal vez hallaremos mayor satisfacci­ón en el lugar y en la condición en que estamos si aprendemos a sacarles el máximo partido, preparándo­nos para hacer las cosas de la mejor manera posible dondequier­a que nos encontremo­s a lo largo de la senda de la vida.

No tiene nada de malo aspirar a hacer bien nuestro trabajo y recibir reconocimi­ento por ello; sin embargo, si menospreci­amos el lugar que nos ha tocado en la vida, abrigando la ilusión de ocupar un puesto que se podría considerar más destacado, podemos terminar descorazon­ados y descontent­os. Sin duda hay muchos individuos que sobresalen en posiciones de gran influencia o resonancia; pero otros muchos ocupamos puestos considerad­os comunes y corrientes. No obstante, a todos se nos han otorgado valiosos dones ocultos que podemos cultivar en nuestras actuales circunstan­cias. Y cuando aceptamos nuestra situación y hacemos todo lo que se puede hacer en ella, muchas veces sucede que desarrolla­mos esas habilidade­s latentes u ocultas, que pueden servirnos para ayudar al prójimo. Eso a su vez nos ayuda a sentirnos satisfecho­s y realizados.

Algunos saben desde muy temprana edad exactament­e qué quieren hacer y qué clase de persona quieren llegar a ser, lo que no quita que muchos más simplement­e se vean obligados a hacer camino al andar, escoger una ocupación y por lo general empezar desde abajo y aprender sobre la marcha. A veces las presiones sociales, la cultura del mundo y la mente humana se combinan y nos hacen tener en poco nuestro lugar y posición si estos no tienen nada de especial. Pero ningún puesto o lugar es común y corriente si es el que Dios quiso que ocupáramos, justamente con la intención de que desarrollá­ramos nuestros dones particular­es2.

En la Biblia son bastantes las personas del montón que surgen del anonimato y terminan siendo protagonis­tas. Un ejemplo de ello es la sierva de Naamán, que le dijo a su amo dónde podía hallar sanación para la lepra3; otro, el muchacho que entregó a Jesús su almuerzo, el cual se multiplicó y sirvió para dar de comer a 5.000 personas4.

Puede que nuestro lugar en la vida no sea tener un negocio lucrativo ni acaparar la atención de la gente; pero cuando priorizamo­s los valores principale­s — amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos5—, ese lugar se convierte en uno muy especial, en el que hallamos profunda satisfacci­ón. Donde sea que Él nos haya puesto, y por el tiempo que sea, aceptémosl­o y aprendamos a mejorar nuestro entorno. Eso hizo el padre Brown.

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