ENCONTRAR NUESTRO NICHO
El gran escritor inglés Gilbert Keith Chesterton escribió una serie de relatos sobre un párroco, el padre Brown, con gran habilidad para resolver crímenes. El humilde cura investigaba casos penales, pero procurando siempre comprender a los culpables y compadecerse de ellos.
En cierto episodio, el padre Brown da algunos consejos a un culpable de homicidio que ha subido a la torre de la iglesia. Le dice: «¿Sabe? Es peligroso para los seres humanos subir a sitios tan altos. Hasta rezar a esas alturas es arriesgado. Las personas buenas que se toman la libertad de formarse una opinión muy elevada de sí mismas comienzan a mirar a los demás por encima del hombro y a criticarlos. Al poco tiempo se habitúan a humillar a la gente verbalmente y hasta puede que consideren aceptable cometer actos criminales de violencia. En cambio, la humildad es madre de los gigantes. Desde el valle, que es donde le corresponde a uno estar, se aprecian muy bien las eminencias» 1. Después de eso, el padre Brown le comenta al hombre que mantendrá en reserva lo que sabe de él, pero le pide que tome el camino del arrepentimiento sincero y se entregue.
En la serie se describe al padre Brown como alguien que trata de sacar el mayor provecho de su humilde condición en la vida, contentándose con prestar un servicio a los demás. No tiene automóvil, pero suele desplazarse sonriente en bicicleta. Si alguien lo insulta, no se deja afectar por el improperio. Por lo general responde con un simple elogio para la otra persona o señalando algo por lo que ambos pueden estar agradecidos. Simplemente sigue adelante, decidido a cumplir lo que considera que es su deber cotidiano.
Agudiza su perspicacia para resolver casos delictuales con su pasatiempo preferido: la lectura de novelas de crimen y misterio. Algunos intentan persuadirlo de que se ciña estrictamente a las
actividades tradicionales de un párroco. Si bien se ocupa de esas, en el fondo sabe que también está hecho para meterse en asuntos serios de criminalística. Su interés llega a ser parte de su vocación — su nicho, si se quiere— y le permite enderezar algunos de los entuertos que ve a su alrededor. Además reza para que situaciones injustas salgan a la luz. Al inspector de policía del sector le disgusta la intromisión del cura en sus investigaciones. No obstante, aunque el padre Brown se abstiene de atribuirse mérito alguno por los misterios que resuelve, una y otra vez resulta ser indispensable.
Dios dispuso que cada uno de nosotros ocupara cierto lugar y cumpliera un propósito particular. Tal vez hallaremos mayor satisfacción en el lugar y en la condición en que estamos si aprendemos a sacarles el máximo partido, preparándonos para hacer las cosas de la mejor manera posible dondequiera que nos encontremos a lo largo de la senda de la vida.
No tiene nada de malo aspirar a hacer bien nuestro trabajo y recibir reconocimiento por ello; sin embargo, si menospreciamos el lugar que nos ha tocado en la vida, abrigando la ilusión de ocupar un puesto que se podría considerar más destacado, podemos terminar descorazonados y descontentos. Sin duda hay muchos individuos que sobresalen en posiciones de gran influencia o resonancia; pero otros muchos ocupamos puestos considerados comunes y corrientes. No obstante, a todos se nos han otorgado valiosos dones ocultos que podemos cultivar en nuestras actuales circunstancias. Y cuando aceptamos nuestra situación y hacemos todo lo que se puede hacer en ella, muchas veces sucede que desarrollamos esas habilidades latentes u ocultas, que pueden servirnos para ayudar al prójimo. Eso a su vez nos ayuda a sentirnos satisfechos y realizados.
Algunos saben desde muy temprana edad exactamente qué quieren hacer y qué clase de persona quieren llegar a ser, lo que no quita que muchos más simplemente se vean obligados a hacer camino al andar, escoger una ocupación y por lo general empezar desde abajo y aprender sobre la marcha. A veces las presiones sociales, la cultura del mundo y la mente humana se combinan y nos hacen tener en poco nuestro lugar y posición si estos no tienen nada de especial. Pero ningún puesto o lugar es común y corriente si es el que Dios quiso que ocupáramos, justamente con la intención de que desarrolláramos nuestros dones particulares2.
En la Biblia son bastantes las personas del montón que surgen del anonimato y terminan siendo protagonistas. Un ejemplo de ello es la sierva de Naamán, que le dijo a su amo dónde podía hallar sanación para la lepra3; otro, el muchacho que entregó a Jesús su almuerzo, el cual se multiplicó y sirvió para dar de comer a 5.000 personas4.
Puede que nuestro lugar en la vida no sea tener un negocio lucrativo ni acaparar la atención de la gente; pero cuando priorizamos los valores principales — amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos5—, ese lugar se convierte en uno muy especial, en el que hallamos profunda satisfacción. Donde sea que Él nos haya puesto, y por el tiempo que sea, aceptémoslo y aprendamos a mejorar nuestro entorno. Eso hizo el padre Brown.