LO APRENDÍ EN UN BLOG
Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! Habacuc 3:17,18 ( NVI)
El otro día me sirvió de estímulo leer en el blog de una amiga sus comentarios sobre alabar a Dios por Su bondad a pesar de las dificultades y contratiempos que surgen a diario.
En general soy un tipo agradecido. Escribo notas inspiradoras en mi blog o las envío por correo electrónico a amigos y familiares para participarles mis buenas venturas. Sin embargo, al cabo de tantos años aún no me había habituado a alabar a Dios por mis desventuras, «dando siempre gracias por todo al Dios y Padre» 1. No estaba acostumbrado a procurar ver lo bueno en todo.
Pero la lectura de lo que escribió mi amiga en su bitácora me recordó que las cositas de cada día —un sándwich, una ducha, un atardecer, las palabras de aliento de un compañero, una caminata— también merecen nuestro agradecimiento. Antes, para que me maravillara tenía que ocurrir algo de gran magnitud, como viajar por primera vez en avión, asistir a una reunión de exalumnos de mi promoción, conocer a mi futura esposa, tener un hijo o encontrar un tesoro enterrado en una isla de los Mares del Sur. Pero entre un suceso y otro, la espera se hacía muy larga, y me perdía muchas oportunidades de extasiarme, cuando podría y debería estar verdaderamente feliz y agradecido a Dios por algo tan sencillo como desayunar o recibir un mensaje de mi madre.
Me dirás que del dicho al hecho hay largo trecho, y tienes toda la razón. Pero lo genial de leer lo que escribió mi amiga es que en ese momento me di cuenta de que podía sentirme agradecido por las mismas cosas que ella y adoptar al instante su misma actitud. Luego de un primer esfuerzo, se convierte en una reacción automática.
Quiero ser consecuente y recordar todo esto mañana cuando me vea en un embotellamiento de tránsito, o esté indispuesto, o uno de mis colegas me crispe los nervios. Todos esos fastidios no tendrán importancia. Me alegraré y estaré contento también en esas circunstancias, si me propongo ver lo bello en todo lo que se me presente y dar «gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad» 2.