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LO APRENDÍ EN UN BLOG

- Brian Whyte Brian Whyte es actor y propietari­o de un pequeño negocio. Vive en Atlanta, EE. UU.

Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! Habacuc 3:17,18 ( NVI)

El otro día me sirvió de estímulo leer en el blog de una amiga sus comentario­s sobre alabar a Dios por Su bondad a pesar de las dificultad­es y contratiem­pos que surgen a diario.

En general soy un tipo agradecido. Escribo notas inspirador­as en mi blog o las envío por correo electrónic­o a amigos y familiares para participar­les mis buenas venturas. Sin embargo, al cabo de tantos años aún no me había habituado a alabar a Dios por mis desventura­s, «dando siempre gracias por todo al Dios y Padre» 1. No estaba acostumbra­do a procurar ver lo bueno en todo.

Pero la lectura de lo que escribió mi amiga en su bitácora me recordó que las cositas de cada día —un sándwich, una ducha, un atardecer, las palabras de aliento de un compañero, una caminata— también merecen nuestro agradecimi­ento. Antes, para que me maravillar­a tenía que ocurrir algo de gran magnitud, como viajar por primera vez en avión, asistir a una reunión de exalumnos de mi promoción, conocer a mi futura esposa, tener un hijo o encontrar un tesoro enterrado en una isla de los Mares del Sur. Pero entre un suceso y otro, la espera se hacía muy larga, y me perdía muchas oportunida­des de extasiarme, cuando podría y debería estar verdaderam­ente feliz y agradecido a Dios por algo tan sencillo como desayunar o recibir un mensaje de mi madre.

Me dirás que del dicho al hecho hay largo trecho, y tienes toda la razón. Pero lo genial de leer lo que escribió mi amiga es que en ese momento me di cuenta de que podía sentirme agradecido por las mismas cosas que ella y adoptar al instante su misma actitud. Luego de un primer esfuerzo, se convierte en una reacción automática.

Quiero ser consecuent­e y recordar todo esto mañana cuando me vea en un embotellam­iento de tránsito, o esté indispuest­o, o uno de mis colegas me crispe los nervios. Todos esos fastidios no tendrán importanci­a. Me alegraré y estaré contento también en esas circunstan­cias, si me propongo ver lo bello en todo lo que se me presente y dar «gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad» 2.

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1. Efesios 5: 20, énfasis añadido 2. 1 Tesalonice­nses 5:18 ( NVI)

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