GRATITUD
Asemejarnos más a Cristo significa llegar a ser mejores cristianos mediante una aplicación más resuelta de las enseñanzas de las Escrituras, combinada con la guía y gracia del Espíritu Santo. Esa aplicación de la Biblia tiene dos vertientes. Por un lado, exige renunciar a todo aquello que no esté a tono con Dios y resistir y vencer el pecado tanto como sea posible. Por otro, consiste en revestirnos de Cristo1, abrazar las virtudes cristianas que se mencionan en las Escrituras y conducirnos de un modo que refuerce en nosotros tales virtudes.
En el libro Cultivating Christian Character2, Michael Zigarelli cuenta que encuestó a 5.000 cristianos y descubrió cuáles son las virtudes que parecen contribuir al desarrollo y perfeccionamiento del carácter cristiano. Identificó tres atributos que se pueden considerar componentes esenciales de la imitación de Cristo.
Son tres los atributos que mejor explican en qué se diferencian los cristianos muy virtuosos de los medianamente virtuosos. Tales atributos — tres pilares del éxito— son la gratitud, el gozo de vivir y el teocentrismo. […] Los cristianos que han sembrado esas tres semillas en su estilo de vida tienen muchas más probabilidades de cosechar el máximo carácter cristiano, […] de ver en sí mismos manifestaciones del fruto del
Espíritu. Otras virtudes cristianas fundamentales pero esquivas (p. ej., el amor, la paz interior, la paciencia, la bondad, la generosidad, la fidelidad, la afabilidad, el dominio propio, la compasión y la capacidad de perdonar) brotan de las raíces de la gratitud, el gozo de vivir y el teocentrismo3.
La gratitud es clave para adquirir una mayor semejanza con Cristo, por ser una virtud raíz, que produce en nosotros otras virtudes cristianas. Tiene un efecto transformador en nuestra manera de ser. En campos como el de la psicología y la superación personal están ampliamente reconocidos sus beneficios para la salud y el bienestar emocional, social y mental, entre otros aspectos. Suele considerarse que es fundamental para disfrutar de una vida mejor y más feliz.
En las Escrituras la gratitud se basa en el concepto de que, en todas partes y en toda situación, el pueblo de Dios debe dar gracias a su creador y redentor. En el Antiguo Testamento la acción de gracias se expresa por lo general mediante la palabra hebrea todá, que se traduce por «agradecimiento» o «acción de gracias». Es también como se dice «gracias» en hebreo moderno.
En el Nuevo Testamento también abundan los pasajes en los que se expresa agradecimiento a Dios, así como las exhortaciones a hacerlo. De hecho, se nos manda dar gracias a Dios por todo4 y siempre5.
Cultivar la gratitud cambia nuestra perspectiva de la vida, y con el tiempo crea un nuevo contexto o un nuevo prisma a través del cual interpretamos nuestras circunstancias. Comenzamos a ver nuestras experiencias y todo lo que tenemos a la luz del amor de Dios, y comprendemos que, sea cual sea nuestra situación, podría ser peor, y no lo es. Eso no significa que no hagamos lo posible por mejorarla, sino que la vemos con una actitud agradecida.
En cierto modo la gratitud es una manera de pensar. Sean cuales sean nuestras circunstancias, optamos por verlas desde la óptica de nuestro agradecimiento a Dios por Su amor, Sus cuidados y Su provisión, en vez de compararnos con otras personas o lamentarnos por lo que nos ha tocado en suerte en la vida. Para ello es preciso que concentremos nuestros pensamientos en las bendiciones que hemos recibido y no en lo que nos falta, sin hacer cábalas sobre lo mucho mejor que nos iría si tan solo tal y cual. La gratitud nos hace querer lo que tenemos, estar contentos cualquiera que sea nuestra situación y darle frecuentemente gracias a Dios por los favores que nos ha concedido, sean estos escasos o abundantes.
Con frecuencia nos cuesta sentirnos agradecidos cuando atravesamos adversidades, cuando la vida no parece tener sentido y nuestras oraciones no obtienen respuesta. Pero una actitud agradecida no depende de lo que acontezca, sino que está anclada en la confianza de que Dios nos ama y oye nuestras oraciones, y siempre hay motivos para estar agradecidos, aun en la peor de las situaciones.
Una manera de cultivar la gratitud es anotar todo aquello por lo que estamos agradecidos. Un diario de gratitud sirve para dejar constancia de las dichas y beneficios de que disfrutamos y pensar en ellos, lo que contribuye al desarrollo de una mentalidad positiva y agradecida. Aunque en nuestra vida cotidiana hay numerosas cosas por las que estamos agradecidos, rara vez hacemos una pausa para tomar conciencia de ellas; de ahí que no queden registradas en nuestro pensamiento como bendiciones.
Hace poco comencé un diario de ese tipo, y me he quedado sorprendido ante la multitud de cosas por las que estoy agradecido y en las que muy pocas veces reparaba. Me paso el día rodeado de bendiciones; pero hasta que no empecé a anotar cada día cinco cosas por las que estaba agradecido, casi nunca tomaba clara conciencia de ellas. Por supuesto que habitualmente daba gracias a Dios por todo lo bueno que hay en la vida, pero lo hacía en términos generales. He comprobado que al anotar hechos o detalles concretos me he vuelto más consciente de las bendiciones de Dios y más agradecido por numerosas cosas específicas que durante muchos años había dado por sentadas.
En el poco tiempo que llevo haciendo esto he visto que mis reacciones están cambiando. Ayer mismo me enteré de que debía pagar una cuenta que no tenía prevista, y mi primera reacción fue quejarme; pero poco después reformulé mis pensamientos y le agradecí a Dios que tuviera fondos para pagarla. Me sentí mucho mejor.
6. Zigarelli, Cultivating Christian Character, 36.
En la vida hay cantidad de cosas, pequeñas y grandes, que podemos reconocer como bendiciones de Dios: nuestros dones y aptitudes, las metas que hemos alcanzado, las oportunidades que se nos han presentado, nuestra salud, la reparación del auto, comida en la mesa, agua que sale de la llave, y un largo etcétera. Por otra parte están nuestros familiares y amigos que nos aman, y las personas que nos han ayudado o atendido de alguna manera. Un diario nos ayuda a educar la mente para reconocer esas cosas. Así, con el tiempo nuestra actitud va cambiando, y la gratitud llega a ser parte integral de nuestra personalidad, lo cual nos conduce hacia una mayor semejanza con Cristo.
Rogar por los pobres también puede acentuar la gratitud. Al orar por los que tienen menos que nosotros, nos acordamos de lo difícil que es la vida para algunos y nos volvemos más agradecidos por la nuestra. Orar por los refugiados que han tenido que dejarlo todo y arriesgar la vida para llegar a un sitio seguro nos ayuda a ver más objetivamente nuestra propia situación.
De pronto, nuestro marco de referencia es la viuda empobrecida, el niño hambriento, el padre desempleado, el bebé atormentado por una enfermedad, el refugiado al que la guerra obligó a abandonar su país, el vecino del Tercer Mundo sin electricidad ni agua corriente. Orar a diario por esas personas es una práctica que alumbra nuestra propia existencia con la resplandeciente luz de la providencia divina, de resultas de lo cual puede producirse en uno una serie de vuelcos impresionantes. La envidia se torna en satisfacción; el resentimiento, en contentamiento; las quejas, en alabanza. El catalizador de todo ello es la gratitud, que nace de una perspectiva más diáfana adquirida a través de la reflexión sobre la situación de los pobres6.
Los cristianos hemos recibido la mayor de las bendiciones: la salvación, el conocimiento de que viviremos eternamente con Dios. Disfrutamos de una relación con el creador y sostenedor de todas las cosas. Nuestro Dios es también nuestro Padre, que sabe lo que necesitamos y promete velar por nosotros. Sean cuales sean nuestras circunstancias, estamos en Su presencia. La gratitud no es nuestro estado natural; sin embargo, al esforzarnos por cultivarla, iremos pareciéndonos más a Cristo.