UN CORAZÓN DICHOSO
Invita a Jesús, el dador de esperanza, a estar siempre a tu lado. Se lo puedes pedir con esta sencilla oración: Amado Jesús, creo en Ti y te invito a formar parte de mi vida. Te ruego que me ayudes a amarte y a ser una persona más feliz y agradecida. Amén.
Para nosotros, los seguidores de Cristo, vivir agradecidos debería ser nuestra configuración predeterminada, teniendo en cuenta que Jesús murió para redimirnos de toda una eternidad separados de Dios. Eso debería darnos alas y aguante para superar y considerar intrascendente todo aquello que sea un plomo y nos impida volar. Yo, sin embargo, caigo en reacciones desagradecidas por cuestiones como el tráfico, el desorden, el estrés, la escasez de una cosa y el exceso de otra… En fin, ya sabes cómo es.
Así y todo, sé que en el panorama global los detalles cotidianos importan poco, y aspiro a tener gozo en mi alma. Permíteme que te refiera tres aspectos en los que me he venido concentrando con el fin de tener reacciones y actitudes más positivas.
Agradecer hasta lo más nimio
Estoy aprendiendo a fijarme en las cositas que generan alegría. La lista es kilométrica: el amanecer, una deliciosa taza de café, el aire fresco de la mañana, la risa de los niños, los fuertes brazos de mi marido, un buen libro, mi almohada y un largo etcétera. He descubierto que armarme de una larga lista de pequeñas alegrías es de lo más eficaz para amortiguar el impacto de algunos de los ladrillos que me lanza la vida.
No contar con ningún desenlace en particular
Esto no es nada fácil. Ha habido ocasiones en que estaba convencida de que una situación debía resolverse de cierta manera; pero había en juego factores que estaban fuera de mi control. Generalmente me cuesta decir: «Pase lo que pase estaré agradecida ». Al fin y al cabo, ¿quién quiere estar agradecido por un mal diagnóstico o una solicitud de trabajo rechazada? No obstante, he aprendido que mi gratitud no debe basarse en el resultado, sino en el hecho de que Dios es bueno. Siempre. Aun cuando yo no alcance a comprender Su bondad.
Hacer memoria de la bondad de Dios
Pese a todo lo que me he preocupado, pese a todos los aprietos en que he estado y todas las experiencias penosas que me ha tocado vivir, ¿acaso no he salido bien librada de todo ello? Jamás me he visto en una situación de la que no me pudiera rescatar el amor de Dios. El apóstol Pablo dijo: «Si tenemos paciencia, nuestro carácter se fortalece y con un carácter así, nuestra esperanza aumenta » 1. Cuando me detengo a hacer memoria de la bondad divina, esa verdad me invade el alma, y recobro una actitud más agradecida.