NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
Recuerdo que mi mamá nos recordaba con frecuencia que debíamos « ver el lado bueno de todo» y «dar gracias por cada cosita ». Si nos quejábamos del calor de mediados de junio, nos decía: «Por lo menos podemos salir a nadar, ¿verdad?» Si murmurábamos porque no había postre una noche, nos preguntaba: «¿No se sienten agradecidos por las noches que sí hay postre?» Procuraba enseñarnos que en toda situación, por muy triste o mala que pareciera, siempre había algo por lo que uno podía estar agradecido y alegrarse. «No hay mal que por bien no venga », decía.
Ese refrán indica que de una contrariedad se puede extraer algo bueno, y puede tener resultados favorables aunque a primera vista no lo parezca1.
Muchos hijos de Dios se vieron en circunstancias difíciles o molestas y les tocó buscar el lado bueno de la situación para poder sobrevivir. Pensemos en Pablo y Silas, por ejemplo. En el libro de los Hechos dice que fueron a Filipos a evangelizar y ganar conversos. Desafortunadamente, algunos dirigentes de la ciudad que no estaban de acuerdo con lo que predicaban instigaron a una chusma que se levantó airada contra ellos.
«La multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran.
»Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad.
»Al recibir tal orden, este los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo.
»A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban» 1.
Podrían haberse pasado todo el tiempo que estuvieron recluidos quejándose y suspirando por recuperar la libertad. Podrían haberse dado por vencidos y podrían haber maldecido a Dios por permitir que los azotaran y encarcelaran, como la esposa de Job le recomendó a este que hiciera2. Pero no. Pablo y Silas se dedicaron «a orar y a cantar himnos a Dios» en la cárcel, y el Señor premió sus alabanzas.
«De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas» 3.
¡Esa era su gran oportunidad de escaparse! Pero en lugar de salir corriendo, se quedaron y le dijeron al carcelero: —¡Estamos todos aquí! Estar preso es algo espantoso. No obstante, Pablo y Silas buscaron el bien que podía resultar de todo aquello, y así fue como lograron predicar el evangelio al carcelero y ofrecerle la salvación a él y a su familia4.
Nuestra familia se vio en un gran apuro hace un tiempo. Resulta que un amigo nos pidió prestado nuestro vehículo cuando salimos de vacaciones, lo chocó y lo dejó destrozado. Luego parecía que la aseguradora no quería aceptar nuestra reclamación porque nuestro amigo no estaba incluido en la póliza. Ya te imaginarás cuánto nos costó encontrarle el lado bueno a esa situación.
Un día, luego de hablar por enésima vez por teléfono con la compañía de seguros, me quejé para mis adentros por la situación: el automóvil, las cuentas, nuestros problemas de salud, y en general todas mis desdichas. Luego, sin proponérmelo, me puse a mirar el periódico que tenía en mi escritorio y me di cuenta de que, en comparación con muchísima gente, yo tengo motivos de sobra para estar agradecida:
• Aunque tuvimos que tomar un préstamo y desembolsar una importante suma de dinero para comprar otro automóvil, el nuevo es mucho mejor. Y finalmente el seguro aceptó pagar parte del siniestro.
• Aunque trabajo como una loca, tengo un buen empleo que me proporciona unos ingresos fijos.
• Aunque hemos tenido que pagar mucho en cuentas médicas por problemas de salud que mi marido y yo arrastramos desde hace tiempo, la fisioterapia está dando buenos resultados, y cada día estamos mejor.
Claro que no fue fácil quedarnos sin automóvil, y endeudarnos para comprar el nuevo no fue en absoluto divertido; pero nadie ha dicho que la vida sea coser y cantar. La próxima vez que me vea en una situación peliaguda trataré de emular a Pablo y Silas. Procuraré dar gracias a Dios y buscar el lado bueno de la situación, en lugar de echarle en cara que permita que nos sucedan cosas desagradables.