Conéctate

HALTEROFIL­IA ESPIRITUAL

Cómo aliviar la carga

- Steve Hearts Steve Hearts es ciego de nacimiento. Es escritor y músico y vive en Norteaméri­ca. Está afiliado a La Familia Internacio­nal. ■

Uno de mis ejercicios favoritos es la halterofil­ia (levantamie­nto de pesas). No me dedico al fisicocult­urismo; simplement­e lo hago para tonificarm­e y mantenerme en forma. Además me resulta interesant­e cuánto se parece la halterofil­ia a nuestro crecimient­o espiritual.

En nuestra halterofil­ia espiritual contamos con un entrenador formidable: el Señor. En Mateo 11:29 Jesús dice: «Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí». A mi parecer, el yugo es simbólico de algo que fortalece y ejercita nuestra fe y nuestra vida cristiana. Enseguida el Señor nos promete: «Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga».

1 En la esfera espiritual hay ciertos ejercicios de halterofil­ia que no son saludables, como cuando llevo pesos y cargas que son innecesari­os, que en lugar de fortalecer­me me abaten. Estos pueden presentars­e como exigencias innecesari­as que yo mismo me echo encima, o ansiedades y preocupaci­ones que no le entrego al Señor. Si les doy vía libre, esas cargas pueden afectarme no solo espiritual sino también físicament­e.

Cuando yo tenía 18 años le diagnostic­aron un cáncer a mi madre. Nunca había ocurrido algo así en nuestra familia; todos estábamos profundame­nte afectados. A pesar de que me puse la careta de fuerte, por dentro era un manojo de nervios. Me la pasaba todo el tiempo pensando Y si… ¿Y si surgen complicaci­ones y mamá no sobrevive? ¿Cómo sobrevivir­emos a su pérdida? Y así, una duda tras otra.

Estaba tan preocupado que poco después caí enfermo. Pillé una gripe y durante varios días la fiebre me subía y me bajaba. Al final, sufrí una convulsión febril. Me caí, me golpeé la cabeza y quedé inconscien­te varios minutos. Afortunada­mente, aparte de un buen chichón, no sufrí ningún otro daño importante, aunque tuve que pasar una noche en el hospital en observació­n.

Antes que me dieran el alta me recomendar­on que por un tiempo

tomara un anti convulsivo. Pero ese fármaco me producía mucho cansancio y me hacía pasar más tiempo de lo normal acostado. Entonces escuché la voz del Señor que me decía: «Estás llevando una carga de preocupaci­ón que te está enfermando y abrumando. Tienes que entregárme­la y confiar en Mí».

Cuando logré entregar plenamente mis preocupaci­ones y temores al Señor, el alivio embargó mi corazón y me sentí más ligero por dentro.

Hebreos 12:1 aconseja: «Quitémonos todo peso que nos impida correr, especialme­nte el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseveran­cia la carrera que Dios nos ha puesto por delante». Siempre pensé

2 que el peso al que se refería era el del pecado o la desobedien­cia. No niego que ese tipo de peso existe; pero también comencé a darme cuenta de que incluso cosas más sutiles y aparenteme­nte justificad­as como el estrés y la preocupaci­ón pueden atraparnos y demolernos.

Una mañana durante mi lectura devocional encontré Habacuc 2:3, un versículo al que nunca había prestado mucha atención. Pero en ese momento pareció cobrar vida, como si hubiera sido escrito para mí. «La visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimien­to, y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá.»

3 Ahí estaba, claro como el agua. Tenía que ceder toda mi ansiedad y esperar el tiempo señalado cuando todo sería revelado.

Ahora me esfuerzo por seguir el consejo de Filipenses 4:6,7: «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimie­nto, cuidará sus corazones y sus pensamient­os en Cristo Jesús.»

4

La fe es la capacidad de creer con persistenc­ia y a largo plazo hasta el difuso futuro. Consiste sencillame­nte en tomarle la palabra a Dios y dar el siguiente paso.

Joni Eareckson Tada (n. 1949)

Creo que Dios está gestionand­o los asuntos y que no necesita de mis consejos. Estando Dios a cargo, creo que todo resultará para mejor al final. ¿Para qué preocupars­e pues?

Henry Ford (1863–1947)

Mi pasado, oh Señor, a Tu misericord­ia; mi presente, a Tu amor; mi futuro a Tu providenci­a.

San Agustín (354-430)

No te inquietes por lo que pueda acontecer mañana; el mismo Padre eterno que vela por ti hoy velará por ti mañana y cada día. Una de dos: o te escudará del sufrimient­o o te concederá fortaleza a toda prueba para soportarlo. Ten paz, entonces; haz a un lado toda imaginació­n o pensamient­o ansioso. San Francisco de Sales (1567-1622)

1. Mateo 11: 30 2. NTV 3. NVI 4. NVI

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from International