HALTEROFILIA ESPIRITUAL
Cómo aliviar la carga
Uno de mis ejercicios favoritos es la halterofilia (levantamiento de pesas). No me dedico al fisicoculturismo; simplemente lo hago para tonificarme y mantenerme en forma. Además me resulta interesante cuánto se parece la halterofilia a nuestro crecimiento espiritual.
En nuestra halterofilia espiritual contamos con un entrenador formidable: el Señor. En Mateo 11:29 Jesús dice: «Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí». A mi parecer, el yugo es simbólico de algo que fortalece y ejercita nuestra fe y nuestra vida cristiana. Enseguida el Señor nos promete: «Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga».
1 En la esfera espiritual hay ciertos ejercicios de halterofilia que no son saludables, como cuando llevo pesos y cargas que son innecesarios, que en lugar de fortalecerme me abaten. Estos pueden presentarse como exigencias innecesarias que yo mismo me echo encima, o ansiedades y preocupaciones que no le entrego al Señor. Si les doy vía libre, esas cargas pueden afectarme no solo espiritual sino también físicamente.
Cuando yo tenía 18 años le diagnosticaron un cáncer a mi madre. Nunca había ocurrido algo así en nuestra familia; todos estábamos profundamente afectados. A pesar de que me puse la careta de fuerte, por dentro era un manojo de nervios. Me la pasaba todo el tiempo pensando Y si… ¿Y si surgen complicaciones y mamá no sobrevive? ¿Cómo sobreviviremos a su pérdida? Y así, una duda tras otra.
Estaba tan preocupado que poco después caí enfermo. Pillé una gripe y durante varios días la fiebre me subía y me bajaba. Al final, sufrí una convulsión febril. Me caí, me golpeé la cabeza y quedé inconsciente varios minutos. Afortunadamente, aparte de un buen chichón, no sufrí ningún otro daño importante, aunque tuve que pasar una noche en el hospital en observación.
Antes que me dieran el alta me recomendaron que por un tiempo
tomara un anti convulsivo. Pero ese fármaco me producía mucho cansancio y me hacía pasar más tiempo de lo normal acostado. Entonces escuché la voz del Señor que me decía: «Estás llevando una carga de preocupación que te está enfermando y abrumando. Tienes que entregármela y confiar en Mí».
Cuando logré entregar plenamente mis preocupaciones y temores al Señor, el alivio embargó mi corazón y me sentí más ligero por dentro.
Hebreos 12:1 aconseja: «Quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante». Siempre pensé
2 que el peso al que se refería era el del pecado o la desobediencia. No niego que ese tipo de peso existe; pero también comencé a darme cuenta de que incluso cosas más sutiles y aparentemente justificadas como el estrés y la preocupación pueden atraparnos y demolernos.
Una mañana durante mi lectura devocional encontré Habacuc 2:3, un versículo al que nunca había prestado mucha atención. Pero en ese momento pareció cobrar vida, como si hubiera sido escrito para mí. «La visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá.»
3 Ahí estaba, claro como el agua. Tenía que ceder toda mi ansiedad y esperar el tiempo señalado cuando todo sería revelado.
Ahora me esfuerzo por seguir el consejo de Filipenses 4:6,7: «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.»
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La fe es la capacidad de creer con persistencia y a largo plazo hasta el difuso futuro. Consiste sencillamente en tomarle la palabra a Dios y dar el siguiente paso.
Joni Eareckson Tada (n. 1949)
Creo que Dios está gestionando los asuntos y que no necesita de mis consejos. Estando Dios a cargo, creo que todo resultará para mejor al final. ¿Para qué preocuparse pues?
Henry Ford (1863–1947)
Mi pasado, oh Señor, a Tu misericordia; mi presente, a Tu amor; mi futuro a Tu providencia.
San Agustín (354-430)
No te inquietes por lo que pueda acontecer mañana; el mismo Padre eterno que vela por ti hoy velará por ti mañana y cada día. Una de dos: o te escudará del sufrimiento o te concederá fortaleza a toda prueba para soportarlo. Ten paz, entonces; haz a un lado toda imaginación o pensamiento ansioso. San Francisco de Sales (1567-1622)
1. Mateo 11: 30 2. NTV 3. NVI 4. NVI