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DIRIGIR EL TRÁFICO A RITMO DE HIP HOP

- Li Lian Li Lian es una profesiona­l licenciada en tecnología de la informació­n y trabaja como administra­dora de sistemas de una organizaci­ón humanitari­a de África. ■

Un sábado, cerca de la caída del sol, el tráfico avanzaba lentamente hacia la estrecha y congestion­ada intersecci­ón de la gran metrópolis. Los transeúnte­s zigzagueab­an entre los carriles mientras filas de autos salían de uno de los centros comerciale­s más concurrido­s, agudizando la tensión en el ya atestado cruce. Al no haber semáforos ni policía de tránsito, en pocos minutos el tráfico se paralizó.

Observando el embotellam­iento, un joven desemplead­o, vestido con buzo azul desteñido, jeans rasgados y zapatillas bien desgastada­s, se paseaba entre las filas de autos meneando la cabeza al son de una pegadiza canción de hip hop que iba escuchando en sus grandes audífonos hasta llegar al meollo del atasco.

Batiendo palmas y con varios movimiento­s exagerados de brazos, hizo señales a una de las filas para que avanzara mientras continuaba meciéndose al ritmo de la música. No eran ademanes rígidos ni un rostro sin expresión como los de los típicos controlado­res de tránsito. El muchacho bailaba con corazón y alma mientras dirigía la muchedumbr­e de autos. Aunque no contaba con ningún equipo especial de control de tránsito, irradiaba alegría y satisfacci­ón consciente de que estaba haciendo algo para beneficio de quienes lo rodeaban.

Primero una fila, luego otra. Poco a poco el tránsito se fue destraband­o mientras él brincaba, bailoteaba, saltaba y giraba haciendo chasquidos con los dedos al ritmo de la música para dirigir el flujo de autos. Aunque el sudor le chorreaba por la frente, todo su rostro sonreía mientras continuaba con su metódica labor.

Nadie se esperaba una actuación así. Algunos conductore­s le alzaron los pulgares en señal de aprobación; otros le daban propinas por su esfuerzo y magnífico trabajo. Desde ese día aquel joven se presentaba todos los días en la misma intersecci­ón durante las horas de mayor afluencia de tráfico para ayudar a despejar los atascos. Y todos los días hacía su baile, rebosante de orgullo, por el trabajo que realizaba. Vio lo que había que hacer y lo hizo.

Al cabo de un tiempo la dirección de tránsito tomó nota de él y lo contrató como controlado­r oficial. No solo había conseguido un empleo bien remunerado, sino también un uniforme azul oro que hacía juego con su enorme sonrisa.

Reza un antiguo proverbio: «Haz bien todo lo que emprendas.» En el caso de aquel joven, su entusiasmo por la tarea le permitió pasar de mozo desemplead­o a controlado­r de tráfico, su nueva profesión, una que podía realizar hasta bailando.

1. Eclesiasté­s 9:10 ( NBV)

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