EL PODER DE LA GRATITUD
En un videoclip que vi en YouTube hace algún tiempo una de los participantes del panel hablaba sobre una época difícil de su vida que la había sumido en una grave depresión. Una amiga le aconsejó que hiciera una lista de mil motivos por los que estar agradecida. A raíz de eso comenzó a llevar un registro de las cosas buenas que se cruzaban en su camino todos los días. Poco a poco la marea de negatividad se disipó.
En varias ocasiones pensé en aquel videoclip, pero nunca me embarqué en la tarea de mantener un registro tan complejo de gratitud yo misma, hasta hace poco, cuando sufrí la pérdida de alguien muy cercano, a lo que siguieron una cantidad de trastornos de salud y un cambio inoportuno en mi entorno de trabajo.
Aquellos avatares me tomaron por sorpresa. Mientras me encontraba frente al derrumbamiento de todos mis anhelos apilados con tanto esmero, no podía menos que sentirme completamente descorazonada. Como las nubes negras que anuncian la llegada de una tormenta, al cabo sentí los vientos de la depresión soplando a mi alrededor.
Sabía que tenía que hacer algo para contrarrestar aquella fuerza negativa que me invadía la vida. Fue entonces que recordé las mil razones para estar agradecida y el caso de aquella persona que superó la depresión redescubriendo la eficacia de asumir una actitud positiva. Me pareció que bien valía la pena el esfuerzo si podía obtener los mismos beneficios.
Al día siguiente, lapicero en mano, me senté frente a una hoja en blanco de mi nuevo diario. En cuestión de segundos se me ocurrieron unos cuantos motivos sencillos por los que estar agradecida:
1. Un día soleado a pesar del pronóstico de lluvia
2. Una noche de descanso apacible
3. Media hora para orar temprano por la mañana
4. Un correo electrónico con buenas noticias de un amigo
Mientras continuaba escribiendo me di cuenta de que hay muchas cosas nimias por las que se puede abrigar gratitud pero que damos por sentadas o se nos pasan inadvertidas. Al igual que los diamantes en bruto, tenía que extraerlas del lodo de mi actitud negativa.
Logré mantener mi lista y ahora —después de registrar mil motivos para estar agradecida— puedo afirmar con toda certeza que ese breve ejercicio diario me ayudó a levantar la cabeza cuando estaba alicaída y a concentrarme más en lo que acaba bien en vez de darle un giro negativo a toda situación.
Al releer las páginas de mi diario veo que es un cofre de tesoros, de obsequios de Dios, de respuestas a mis oraciones y pruebas de Su amor y desvelo por mí. Mejor aún, estoy segura de que seguirá habiendo muchos motivos más para llenar futuros diarios.