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A NUESTROS AMIGOS

LA RAZÓN DE LA EXISTENCIA

- Gabriel García V. Director

El escritor y filósofo Ralph Waldo Emerson escribió: «El propósito de la vida no es ser feliz. Es ser útil, honorable, compasivo; que el haber vivido y haber vivido bien tenga alguna trascenden­cia».

Para mí eso de tener trascenden­cia es una tarea difícil. ¿Para ustedes no? A veces cuesta un mundo dejar alguna huella, influir, hacer algún aporte. Las más veces conlleva alguna incomodida­d y un cambio de rumbo con respecto al plan que nos habíamos trazado. Sin embargo, en la Historia sobran los ejemplos de hombres y mujeres que saltaron a la palestra, se sacrificar­on y cumplieron su función para hacer algo destacado y trascender. Al mismo tiempo eso les reportó una mayor felicidad y experiment­aron una transforma­ción.

Veamos el caso del apóstol Pablo, por ejemplo. Probableme­nte no poseía casa, tierras ni ganado. No tuvo esposa e hijos. No tenía renta estable ni vacaciones pagadas. Encima, sufrió indecibles persecucio­nes1 y pasó sus últimos días en un calabozo en el exilio. Con todo y con eso, sus cartas están salpimenta­das con palabras como gozo, contento y alegría.

La Biblia dice que «Dios […] nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que Él nos había preparado de antemano». Siempre que servimos de algún modo al prójimo, en realidad lo

2 que hacemos es servir a Dios y cumplir alguno de los designios que tiene para nosotros. O sea, realizar nuestro destino.

«Poco es vivir —reza el refrán— y mucho saber vivir.» El poeta británico David Whyte lo expresó así: «Cuando la gente aparte la maleza y los yerbajos, limpie el musgo y lea la inscripció­n en mi lápida, no quiero que lea: “Cumplió con los pagos de su auto”. Yo tampoco, francament­e. Fuimos hechos para más. Dios se valió de Pablo y se puede valer de ustedes y de mí para hacer algo trascenden­te.

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