A NUESTROS AMIGOS
LA RAZÓN DE LA EXISTENCIA
El escritor y filósofo Ralph Waldo Emerson escribió: «El propósito de la vida no es ser feliz. Es ser útil, honorable, compasivo; que el haber vivido y haber vivido bien tenga alguna trascendencia».
Para mí eso de tener trascendencia es una tarea difícil. ¿Para ustedes no? A veces cuesta un mundo dejar alguna huella, influir, hacer algún aporte. Las más veces conlleva alguna incomodidad y un cambio de rumbo con respecto al plan que nos habíamos trazado. Sin embargo, en la Historia sobran los ejemplos de hombres y mujeres que saltaron a la palestra, se sacrificaron y cumplieron su función para hacer algo destacado y trascender. Al mismo tiempo eso les reportó una mayor felicidad y experimentaron una transformación.
Veamos el caso del apóstol Pablo, por ejemplo. Probablemente no poseía casa, tierras ni ganado. No tuvo esposa e hijos. No tenía renta estable ni vacaciones pagadas. Encima, sufrió indecibles persecuciones1 y pasó sus últimos días en un calabozo en el exilio. Con todo y con eso, sus cartas están salpimentadas con palabras como gozo, contento y alegría.
La Biblia dice que «Dios […] nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que Él nos había preparado de antemano». Siempre que servimos de algún modo al prójimo, en realidad lo
2 que hacemos es servir a Dios y cumplir alguno de los designios que tiene para nosotros. O sea, realizar nuestro destino.
«Poco es vivir —reza el refrán— y mucho saber vivir.» El poeta británico David Whyte lo expresó así: «Cuando la gente aparte la maleza y los yerbajos, limpie el musgo y lea la inscripción en mi lápida, no quiero que lea: “Cumplió con los pagos de su auto”. Yo tampoco, francamente. Fuimos hechos para más. Dios se valió de Pablo y se puede valer de ustedes y de mí para hacer algo trascendente.