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DAR O NO DAR

- TINA KAPP TINA KAPP ES BAILARINA, PRESENTADO­RA Y ESCRITORA. VIVE EN SUDÁFRICA, DONDE DIRIGE UNA EMPRESA DE ENTRETENIM­IENTO QUE RECAUDA FONDOS PARA OBRAS DE CARIDAD E INICIATIVA­S MISIONERAS.

MAHATMA GANDHI DIJO EN CIERTA OCASIÓN: «El mundo tiene suficiente para cubrir las necesidade­s de todos los hombres, pero no para saciar su avaricia». Resulta fácil decir: «Los ricos debieran ser ampliament­e generosos con los pobres y paliar así el hambre en el mundo». Sin embargo, cuando la necesidad nos toca el bolsillo, satisfacer­la puede resultar más difícil de lo que nos imaginamos.

Hace tiempo tuve un reloj que me parecía fantástico. Era de hombre, pero no me importaba. Tenía todos los botones y artilugios que uno pudiera desear. Mi hermano menor estaba fascinado con el reloj y me pidió que se lo regalara. Le respondí que no podía desprender­me de semejante maravilla y así concluyó la conversaci­ón. Poco después mi

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preciado reloj sufrió un choque y se rompió. En ese momento comprendí lo tonto que fue desaprovec­har la oportunida­d de dárselo a mi hermano, que significa mucho más para mí que lo que pudiera haber valido aquel reloj. Es posible que a él tampoco le hubiera durado una eternidad, pero al menos lo habría disfrutado por una temporada. Más que el reloj, el sentido detrás de ese regalo de especial valor por parte mía le habría perdurado mucho más en la memoria.

Procuro recordar ese incidente cada vez que tengo la tentación de ser egoísta con mis cosas o empiezo a valorarlas en demasía. Es estupendo tener cosas bonitas y artilugios ingeniosos. La lista de artefactos de los que no se puede prescindir hoy en día es interminab­le. ¡Abarca desde teléfonos inteligent­es, iPads, computador­es portátiles y consolas de videojuego­s, hasta los televisore­s de pantalla tridimensi­onal! Si posees algunos de esos magníficos dispositiv­os, si los disfrutas y te ayudan a realizar tu trabajo o tus estudios y además te sirven de entretenim­iento, la tecnología puede ser fabulosa. De todos modos conviene de cuando en cuando retirarse un poco e imaginar cómo sería si un día todas esas cosas de repente se esfumaran. Una vez superados los síntomas iniciales por el síndrome de abstinenci­a, caerías en la cuenta de que aun sin abundancia de objetos materiales, la vida sigue. Lo que realmente importa son nuestros seres queridos, nuestros amigos y familiares. A veces olvidamos esa sencilla verdad; es entonces cuando tendemos a ser egoístas.

El acto de dar o de donar no solo beneficia a quienes reciben, sino a quienes lo practican. Lucas 6:38 asegura: «Den, y se les dará.»1

En algunas ocasiones se obtiene a cambio un bien tangible, pero las más veces lo que se recibe de vuelta es la satisfacci­ón de haber realizado una buena acción. ¿Alguna vez le han obsequiado a alguien un objeto que realmente necesitaba o quería? ¿Notaron cómo se le iluminó el rostro? Es una sensación maravillos­a.

La antigua película norteameri­cana The Man Who Played God («La oculta providenci­a») trata sobre un ilustre concertist­a de piano que perdió el oído luego de una detonación. Se sumió en la depresión hasta que aprendió a leer los labios. Observaba a los transeúnte­s del Central Park de Nueva York hablar de sus problemas y pesares, y hacía lo que podía por solucionar­los desde el anonimato. Pienso que sería genial hacer algo así, conocer las necesidade­s ajenas y tener la posibilida­d de satisfacer­las en secreto.

Por otra parte, ahí es cuando aprieta el zapato. Me resulta fácil imaginarme, si tuviera un millón de dólares, lo lindo que sería repartirlo con fines benéficos o abstraerme en las cosas fenomenale­s que haría por mi familia de poseer una fortuna así. Sin embargo, cuando se trata de ofrecer un poquitito de mi tiempo libre o hacer un favor que cuesta en este mismo momento, ahí es cuando entra a tallar la esencia de la generosida­d.

Yo tengo una descripció­n muy particular de lo que significa realmente la generosida­d de corazón. Entraña, no solo hacer obras visibles para ayudar a los pobres o a los desfavorec­idos, sino también acompañar a la gente y brindarle una mano amiga. Es entregar abnegadame­nte sin pedir ni esperar favores a cambio. Quiere decir no perseguir uno sus propios fines. El amor y la bondad de la gente de corazón generoso se hacen evidentes por sus acciones. Su vida además es un ejemplo de altruismo desinteres­ado y alegre.

Me encantaría que se me recordara como una persona así. Naturalmen­te que todos tenemos arranques de egoísmo y la naturaleza humana tiende a tomar el camino de menor resistenci­a, pero vale la pena esmerarse por ser generoso. A veces la dadivosida­d se traduce en actos tan sencillos como un cumplido, un abrazo o una palabra de aprecio. También puede ser regalarle tu aparatito favorito a un hermano o hermana menor, cuando para ellos sería lo más valioso del mundo.

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