DAR O NO DAR
MAHATMA GANDHI DIJO EN CIERTA OCASIÓN: «El mundo tiene suficiente para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para saciar su avaricia». Resulta fácil decir: «Los ricos debieran ser ampliamente generosos con los pobres y paliar así el hambre en el mundo». Sin embargo, cuando la necesidad nos toca el bolsillo, satisfacerla puede resultar más difícil de lo que nos imaginamos.
Hace tiempo tuve un reloj que me parecía fantástico. Era de hombre, pero no me importaba. Tenía todos los botones y artilugios que uno pudiera desear. Mi hermano menor estaba fascinado con el reloj y me pidió que se lo regalara. Le respondí que no podía desprenderme de semejante maravilla y así concluyó la conversación. Poco después mi
1. NVI
preciado reloj sufrió un choque y se rompió. En ese momento comprendí lo tonto que fue desaprovechar la oportunidad de dárselo a mi hermano, que significa mucho más para mí que lo que pudiera haber valido aquel reloj. Es posible que a él tampoco le hubiera durado una eternidad, pero al menos lo habría disfrutado por una temporada. Más que el reloj, el sentido detrás de ese regalo de especial valor por parte mía le habría perdurado mucho más en la memoria.
Procuro recordar ese incidente cada vez que tengo la tentación de ser egoísta con mis cosas o empiezo a valorarlas en demasía. Es estupendo tener cosas bonitas y artilugios ingeniosos. La lista de artefactos de los que no se puede prescindir hoy en día es interminable. ¡Abarca desde teléfonos inteligentes, iPads, computadores portátiles y consolas de videojuegos, hasta los televisores de pantalla tridimensional! Si posees algunos de esos magníficos dispositivos, si los disfrutas y te ayudan a realizar tu trabajo o tus estudios y además te sirven de entretenimiento, la tecnología puede ser fabulosa. De todos modos conviene de cuando en cuando retirarse un poco e imaginar cómo sería si un día todas esas cosas de repente se esfumaran. Una vez superados los síntomas iniciales por el síndrome de abstinencia, caerías en la cuenta de que aun sin abundancia de objetos materiales, la vida sigue. Lo que realmente importa son nuestros seres queridos, nuestros amigos y familiares. A veces olvidamos esa sencilla verdad; es entonces cuando tendemos a ser egoístas.
El acto de dar o de donar no solo beneficia a quienes reciben, sino a quienes lo practican. Lucas 6:38 asegura: «Den, y se les dará.»1
En algunas ocasiones se obtiene a cambio un bien tangible, pero las más veces lo que se recibe de vuelta es la satisfacción de haber realizado una buena acción. ¿Alguna vez le han obsequiado a alguien un objeto que realmente necesitaba o quería? ¿Notaron cómo se le iluminó el rostro? Es una sensación maravillosa.
La antigua película norteamericana The Man Who Played God («La oculta providencia») trata sobre un ilustre concertista de piano que perdió el oído luego de una detonación. Se sumió en la depresión hasta que aprendió a leer los labios. Observaba a los transeúntes del Central Park de Nueva York hablar de sus problemas y pesares, y hacía lo que podía por solucionarlos desde el anonimato. Pienso que sería genial hacer algo así, conocer las necesidades ajenas y tener la posibilidad de satisfacerlas en secreto.
Por otra parte, ahí es cuando aprieta el zapato. Me resulta fácil imaginarme, si tuviera un millón de dólares, lo lindo que sería repartirlo con fines benéficos o abstraerme en las cosas fenomenales que haría por mi familia de poseer una fortuna así. Sin embargo, cuando se trata de ofrecer un poquitito de mi tiempo libre o hacer un favor que cuesta en este mismo momento, ahí es cuando entra a tallar la esencia de la generosidad.
Yo tengo una descripción muy particular de lo que significa realmente la generosidad de corazón. Entraña, no solo hacer obras visibles para ayudar a los pobres o a los desfavorecidos, sino también acompañar a la gente y brindarle una mano amiga. Es entregar abnegadamente sin pedir ni esperar favores a cambio. Quiere decir no perseguir uno sus propios fines. El amor y la bondad de la gente de corazón generoso se hacen evidentes por sus acciones. Su vida además es un ejemplo de altruismo desinteresado y alegre.
Me encantaría que se me recordara como una persona así. Naturalmente que todos tenemos arranques de egoísmo y la naturaleza humana tiende a tomar el camino de menor resistencia, pero vale la pena esmerarse por ser generoso. A veces la dadivosidad se traduce en actos tan sencillos como un cumplido, un abrazo o una palabra de aprecio. También puede ser regalarle tu aparatito favorito a un hermano o hermana menor, cuando para ellos sería lo más valioso del mundo.