UNA PAUSA PARA MEDITAR
Diciembre es, de lejos, el mes más ajetreado del año para mí. Paso los días organizando eventos, reciclando juguetes para dar a niños de escasos recursos, decorando la casa y planificando las reuniones navideñas y la cena de Nochebuena. Luego sigue la celebración de Año Nuevo, para dejar atrás lo viejo y abrazar lo nuevo.
Con todo, hay unos días que son como un remanso en este mar de perpetuo movimiento. Me refiero a las fechas entre Navidad —según el calendario gregoriano— y Año Nuevo, es decir, entre el 26 y el 30 de diciembre. Esos días los ocupo para hacer mi reflexión personal. No es que tenga cinco días de retiro, pues siempre queda mucho por hacer para terminar el año. Pero es durante esos días que hago un recuento del año que culmina y contemplo el año entrante que se presenta ante mí.
Primero echo mano de mi agenda para repasar los sucesos más importantes del año. Doy gracias a Dios por las bendiciones evidentes, así como aquellas que vienen camufladas como dificultades y enseñanzas aprendidas a fuerza de sinsabores. Siempre me sorprendo de todo lo que puede suceder en 12 meses y de lo lejanos que parecen algunos de esos acontecimientos.
De no tomar tiempo para reflexionar, algunos hilos del tapiz de mi vida podrían desdibujarse de mi memoria. Hasta podría perder de vista el panorama general y la forma en que se van desencadenando los acontecimientos.
Tengo una colección de evaluaciones de fin de año que he redactado a través del tiempo.
Seguidamente reflexiono sobre el año entrante. Hay años en que todo parece estar ya prácticamente planificado. Otros son más nebulosos. En todo caso sé que siempre habrá sorpresas. Le dedico el año a Dios y escribo una plegaria según me siento inspirada. También procuro encontrar algún versículo de la Biblia que confluya con la plegaria.
Este año el versículo escogido es Mateo 6:33, del Sermón de la Montaña. Jesús dijo: «Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas».
1 Espero repasarlo a menudo y estudiar lo que significa «buscar primeramente el reino de Dios» en mis acciones. También me gustaría contemplar lo que significa para Él «justicia», que sospecho está más relacionado con el amor, la fe y la gracia que con mis patéticos esfuerzos por alcanzar la perfección. Y por último, tener fe para «todas estas cosas» que mi Padre Celestial promete proporcionarme.
Cada año aguardo con expectación esos días entre Navidad y Año Nuevo, cuando puedo hacerme tiempo para dejar a un lado mis actividades decembrinas, hacer un balance del año que pasó, un recuento de todos los bienes y favores que Dios me concede, y depositar el año entrante en las magníficas manos de Dios.