EL VALOR DEL INDIVIDUO
A Dios no se le oculta nada acerca de cada uno de nosotros. Él conoce nuestra hechura. Sabe de qué somos capaces. Conoce nuestros dones, nuestras habilidades, nuestras flaquezas y nuestros puntos fuertes. Y sea cual sea el concepto que tengamos de nosotros mismos o de nuestros defectos, ¡Él nos seleccionó para integrar Su equipo! Tiene la1 certeza de que reunimos las condiciones para desempeñar, con Su poder, la función que Él nos asigne.
Si nos miramos por el prisma divino, tendremos un sano respeto de nosotros mismos. Por el hecho de ser hijos de Dios, somos valiosos. Somos cristianos, es decir, representantes Suyos, portadores de Su verdad y Su mensaje. Eso nos confiere bastante importancia. Detente un momento a pensarlo: Fuiste hecho a imagen de Dios. Estás salvado. Dios te ama tanto que dejó que Su Hijo muriera por ti; eso demuestra que tienes una importancia bárbara. Dios te ama perfecta y cabalmente. El Espíritu Santo mora en ti. Poseer eso es impresionante: el poder de Aquel que nos creó, nos redimió y ahora nos pide que lo glorifiquemos en nuestra vida.
Dios nos hizo a todos singulares. En todo el mundo no hay nadie que sea idéntico a ti, que haya vivido exactamente las mismas experiencias que tú, que tenga los mismos conocimientos, intereses o habilidades. Dios dispuso que descubrieras los dones naturales y las cualidades que te concedió; quiso que los cultivaras y los aprovecharas para tu propio bienestar y felicidad, así como para contribuir al bienestar y la dicha de los demás.
Cada uno de nosotros que somos cristianos hemos sido llamados por Dios a dar fruto que perdure. Eso
quiere decir que cada uno tiene algo positivo y beneficioso que aportar. Dios puede aprovechar nuestros dones y cualidades naturales, el modo en que nos hizo, primero para que demos fruto en nuestra propia travesía por la vida y en la vida de las personas con las que tenemos contacto, y segundo para que demos fruto llevando a otros a conocerlo.
Para contribuir a los cambios que hacen falta en el mundo, todos podemos reflejar a Jesús en nuestra manera de vivir, permitir que el Espíritu Santo brille a través de nosotros y comunicar a los demás el Evangelio. Todos tenemos la capacidad de influir positivamente en los demás; pero para ello, aparte dedicar tiempo y esfuerzo a esa tarea, tenemos que valernos intencionadamente de nuestros dones y habilidades —y hasta de nuestra personalidad— para la gloria de Dios.
Cuando te entregas a Dios, Él te transforma en una nueva criatura. Sin embargo, Él quiere que sigas siendo tú, la persona que el concibió que fueras cuando te creó. Él no desecha el talento en bruto que puso en ti cuando te creó. C. S. Lewis dijo: «Cuanto más dejamos que Dios se adueñe de nosotros, más va cuajando nuestra propia esencia, porque Él nos hizo».
Dios creó todo tipo de personas. No hay un solo tipo que sea más eficaz para influir en el mundo tal como Dios les ha indicado que lo hagan. Buckminster Fuller dijo en una ocasión: «Nunca olvides que eres único. Nunca olvides que si en esta Tierra no hubiera necesidad de ti y de tu unicidad, no estarías aquí. Y nunca olvides, por muy desconcertantes que sean las exigencias y problemas de la vida, que una sola persona puede ser factor de cambio y dejar huella en este mundo. De hecho, todos los cambios importantes que se han producido en el mundo se han debido siempre a una persona. Procura ser esa persona.»
Dios nos ha asignado una función a cada uno de nosotros para erigir Su reino en esta Tierra. Si te parece que ahora mismo dispones de pocas oportunidades de servicio, es posible que estés pasando por una temporada de preparación en el taller de Dios —por así decirlo—, donde Él está dándote forma con la herramienta de la paciencia mientras tú haces gala de fidelidad con los asuntos aparentemente triviales y prosaicos de la vida. Si te da la impresión de que tus posibilidades de servicio altruista son pocas o incluso inexistentes, la siguiente cita de A. B. Simpson te servirá de aliento: «Dios está preparando a Sus héroes. Cuando surja la oportunidad, puede colocarlos en su lugar en un instante. Entonces el mundo se preguntará de dónde salieron».
Dios te está llamando a participar en Su magnífico plan para transformar el mundo de alma en alma; y en eso todos podemos participar.
1. V. Juan 15:16